(1)
A.
El Señor nuestro Dios es un Dios único, vivo y verdadero: Dt. 6:4; Jer. 10:10; 1 Co. 8:4, 6; 1 Ts. 1:9.
B.
Cuya subsistencia está en él mismo y es de él mismo,
infinito en su ser y perfección: 2. Is.
48:12
3.
Cuya esencia no puede ser comprendida por nadie sino por él mismo: Ex. 3:14; Job 11:7, 8; 26:14; Sal 145:3;
Ro. 11:33, 34.
C.
Es espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, miembros o
pasiones, el único que tiene inmortalidad y que habita en luz inaccesible: Jun. 4:24; 1 Ti. 1:17; Dt. 4:15, 16; Lc.
24:39; Hch. 14:11, 15; Stg. 5:17.
D.
Es inmutable, inmenso, eterno, inescrutable, todopoderoso,
infinito en todos los sentidos, santísimo, sapientísimo, libérrimo, absoluto: Mal. 3:6; Stg. 1:17; 1 R. 8:27; Jer.23:23,
24; Sal 90:2; 1 Ti. 1:17; Gn. 17:1; Ap. 4:8; Is. 6:3; Ro. 16:27; Sal 115:3; Ex.
3:14.
E.
Que hace todas las cosas según el consejo de su inmutable y justísima voluntad,
para su propia gloria: Ef. 1:11; Is.
46:10; Pr. 16:4; Ro. 11:36.
F.
Es amantísimo, benigno, misericordioso, longánimo, abundante
en bondad y verdad, perdonando la iniquidad, la transgresión y el pecado: Ex. 34:6,7; 1 Jun. 4:8.
G.
Galardonador de los que le buscan con diligencia, y sobre todo, justísimo y
terrible en sus juicios, que odia todo pecado y que de ninguna manera dará por
inocente al culpable: He 11:6; Neh.
9:32,33; Sal 5:5,6; Naha 1:2,3; Ex. 34:7.
EL CONOCIMIENTO DE DIOS
La posibilidad de conocer a Dios ha sido negada por diferentes
motivos y aunque es cierto que el hombre no puede jamás llegar a una
comprensión absoluta del divino ser, esto no implica el que no podamos tener
ningún conocimiento de Él.
Podemos conocer a Dios solamente en parte, pero con un
conocimiento que es real y verdadero. Esto es posible porque Dios mismo se nos
ha revelado. Sí el hombre hubiera sido abandonado a sus propios esfuerzos,
jamás hubiera llegado a descubrirle o a conocerle.
Nuestro conocimiento de Dios es de dos clases. El hombre tiene un
conocimiento innato de Dios. Esto no significa que en virtud de su creación a
la imagen y semejanza de Dios el hombre tenga una habilidad natural para
conocer a Dios.
Tampoco implica el que el hombre desde su nacimiento lleve consigo
al mundo un cierto conocimiento de Dios. El conocimiento innato significa que
bajo condiciones normales se desarrolla en el hombre en forma natural un cierto
conocimiento de Dios. De todos modos este conocimiento es de naturaleza muy
general.
Además de este conocimiento innato de Dios el hombre puede obtener
cierto conocimiento de El a través de la revelación general y de la revelación
especial. Este conocimiento se obtiene como fruto de una búsqueda consciente y
continua.
Aun cuando tal conocimiento es posible por razón de la capacidad
natural en el hombre para conocer a Dios, el conocimiento adquirido le lleva
mucho más lejos de aquellos límites impuestos al conocimiento innato de Dios.
1: EL CONOCIMIENTO DE DIOS QUE SE DERIVA DE LA REVELACIÓN ESPECIAL
Aun cuando debemos reconocer que es imposible definir lo que es Dios,
es en cambio posible dar una descripción general de su ser. Cuanto más podemos
describirlo como a un espíritu puro de perfecciones infinitas. Esta descripción
incluye los siguientes elementos:
DIOS ES UN ESPÍRITU PURO.
La Biblia no nos da definición alguna de Dios. Lo que más se
acerca a una definición son las palabras de Jesús a la Samaritana diciendo:
«Dios es un espíritu». Esto significa que Dios es esencialmente espíritu, y que
todas aquellas cualidades que pertenecen a la idea de un espíritu perfecto se
encuentran necesariamente en él. El hecho de que Dios sea un espíritu puro
excluye la idea de que Dios tiene un cuerpo de alguna clase que pueda ser
visible de un modo completo alojo humano.
DIOS ES UN SER PERSONAL
La idea de Dios como espíritu incluye la idea de personalidad. Un
espíritu es un ser inteligente y moral, por esto, cuando atribuimos a Dios la
personalidad, queremos decir que es un ser razonable, capaz de determinarse y
decidir las cosas.
Hay muchos hoy día que niegan la personalidad de Dios y lo
conciben simplemente como una fuerza o poder impersonal. Sin embargo, el Dios
de la Biblia es un Ser personal, un Dios con quien los hombres pueden
conversar, en quien pueden confiar, que conoce sus experiencias, les ayuda en
sus dificultades y llena sus corazones de alegría y regocijo. Aun más, Dios se
reveló a sí mismo en una forma personal a través del Señor Jesucristo.
DIOS ES INFINITAMENTE PERFECTO
Lo que distingue a Dios de sus criaturas es su infinita
perfección. Su ser y virtudes o atributos están completamente libres de toda
limitación o imperfección. Dios no es sólo un ser infinito e ilimitado, sino
que está infinitamente por encima de todas sus criaturas en sus perfecciones
morales y gloriosa majestad. Los hijos de Israel cantaron la grandeza de Dios
después de pasar el Mar Rojo con estas palabras:
« ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú,
magnífico en santidad, terrible en loores, hacedor de maravillas?, Éxodo 15:11.
Algunos filósofos contemporáneos hablan erróneamente de Dios como un ser
«finito, que se desarrolla, que lucha y que sufre compartiendo las derrotas y
victorias del hombre». Este concepto existencialista se aparta de las verdades
bíblicas.
DIOS Y SUS PERFECCIONES SON UNA MISMA COSA
La simplicidad es una de las características fundamentales de
Dios. Esto significa que
Dios no está dividido en partes, sino que su ser y sus atributos
son una sola cosa. Se podría decir que los atributos divinos son Dios tal como
ha querido revelar se al hombre y son simplemente manifestaciones del divino
Ser. Por tal motivo la Biblia afirma que Dios es verdad, vida, luz, amor,
justicia, etc.
TEXTOS
PARA APRENDER DE MEMORIA QUE ATESTIGUAN:
QUE
DIOS PUEDE SER CONOCIDO.
1. 1 Juan 5:20. «Empero sabemos que el Hijo de Dios es venido, y nos
ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero: y estamos en el
verdadero, en su Hijo Jesucristo.»
2. Juan 17:3. «Esta empero es la vida eterna: que te conozcan al
sólo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado.»
QUE DIOS ES ESPÍRITU
1. Juan 4:24. «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y
en verdad es necesario que le adoren.»
2. 1 Tim. 6:16. «Quien sólo tiene inmortalidad, que habita en luz
inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver.»
QUE DIOS ES UN SER PERSONAL
1. Mal. 2:10. « ¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha criado
un mismo Dios hombre?
2. Juan 14:9b. «El que me ha visto ha visto al Padre; ¿Cómo, pues,
dices tú: Muéstranos al Padre?
QUE DIOS ES UN SER INFINITO EN PERFECCIÓN.
1. Éxodo 15:11. « ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién
como tú, magnífico en santidad, terrible en loores, hacedor de maravillas?
2. Salmo 147:5. «Grande es el Señor nuestro, y de mucha potencia; y
de su entendimiento no hay número.»
PARA ESTUDIO BÍBLICO ADICIONAL
1. ¿Enseñan los pasajes siguientes que no podemos conocer a Dios?
Job 11: 7; 26: 14; 36: 26.
2. ¿Si Dios es espíritu y por consiguiente no tiene cuerpo cómo se
explican los siguientes pasajes? Sal. 4: 6; 17: 2; 18: 6, 8-9; 31:5; 44: 3; 47:
8; 48: 10, y otros.
3. ¿En qué forma prueban esos versículos la personalidad de Dios?
Gen. 1: 1; Deut. 1:34-35; 1 Reyes 8: 23-26; Job 38: 1; Sal. 21:7; 50: 6; 103:
3- Mateo 5:9; Rom.12:1.
LA INCOMPRENSIBILIDAD DE DIOS
Durante
un seminario en los Estados Unidos, un estudiante le preguntó al teólogo suizo
Karl Barth: "Dr. Barth, ¿cuál ha sido lo más profundo que usted ha
aprendido en su estudio de la teología?" Barth pensó por un momento y
luego contestó: "Cristo me ama, bien lo sé, en la Biblia dice así".
Los estudiantes se rieron de su respuesta tan simplista, pero su risa se tornó
algo nerviosa cuando pronto advirtieron que Barth lo había dicho muy en serio.
Barth dio una respuesta sencilla a una pregunta muy profunda.
Al
hacerlo estaba llamando la atención a por lo menos dos nociones
fundamentalmente importantes.
(1)
En la más sencilla de las verdades cristianas reside una profundidad que puede
ocupar las mentes de las personas más brillantes durante toda su vida.
(2)
Que aun dentro de la sofisticación teológica más académica nunca nos podremos
elevar más allá del entendimiento de un niño para comprender las profundidades
misteriosas y las riquezas del carácter de Dios.
Juan
Calvino utilizó otra analogía. Dijo que Dios nos habla como si estuviera
balbuceando. De la misma manera que los padres les hablan a sus hijos recién
nacidos imitando el balbuceo de los bebés, así Dios cuando desea comunicarse
con los mortales debe condescenderse y hablarnos con balbuceos.
Ningún
ser humano tiene la capacidad para entender a Dios exhaustivamente. Existe una
barrera infranqueable que impide un entendimiento completo y exhaustivo de
Dios. Somos seres finitos; Dios es un ser infinito. Y ahí radica el problema.
¿Cómo puede algo que es finito comprender a algo que es infinito? Los teólogos
medioevales tenían una frase que se ha convertido en un axioma dominante en
cualquier estudio de teología. "Lo finito no puede aprehender (o contener)
a lo infinito." No hay nada que resulte más obvio que esto, que un objeto
infinito no puede ser introducido dentro de un espacio finito.
Este
axioma contiene una de las doctrinas más importantes del cristianismo ortodoxo.
Se trata de la doctrina de la incomprensibilidad
de Dios. Este término puede no
ser bien entendido.
Puede
sugerir que como lo finito no puede "aprehender" a lo infinito,
entonces es imposible llegar a conocer nada sobre Dios.
Si
Dios está más allá del entendimiento humano, ¿no sugiere eso que toda discusión
religiosa no es más que mero palabrería teológica y que
entonces, como mucho, solo nos queda un altar a un Dios desconocido?
Por
supuesto que esto no es la intención. La incomprensibilidad de Dios no
significa que no sabemos nada sobre Dios. En realidad significa que nuestro
conocimiento será parcial y limitado,
que nunca podremos alcanzar el conocimiento total y exhaustivo
de Dios. El conocimiento que Dios nos da sobre sí mismo mediante la revelación
es verdadero y útil. Podemos conocer a Dios en la medida que Él decida
revelarse a sí mismo. Lo finito puede "aprehender" a lo infinito,
pero lo finito no podrá nunca contener a lo infinito en sus manos. Siempre
habrá algo más de Dios que lo que podamos aprehender.
La
Biblia expresa esto mismo de esta manera: "Las cosas
REVELADO
El
aspecto secreto de Dios.
El
aspecto revelado de Dios.
Secretas
pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para
nuestros hijos para siempre" (Deuteronomio 29:29). Martín Lutero hizo
referencia a los dos aspectos de Dios el secreto y el
revelado. Una porción del conocimiento divino permanece oculta a nuestros ojos.
Trabajamos a la luz de lo que Dios nos ha revelado.
RESUMEN
1.
Hasta las verdades cristianas más sencillas contienen un profundo significado.
2.
Independientemente de lo profundo que pueda ser nuestro conocimiento teológico,
siempre habrá mucho sobre la naturaleza y el carácter de Dios que seguirá
siendo un misterio para nosotros.
3.
Ningún ser humano puede tener un conocimiento exhaustivo sobre Dios.
4.
La doctrina de la incomprensibilidad de Dios no significa que no podemos llegar
a conocer nada sobre Dios. Significa que nuestro conocimiento está restringido,
limitado por nuestra humanidad.
(2)
A.
Teniendo Dios en sí mismo y por sí mismo toda vida, gloria,
bondad y bienaventuranza, es todo suficiente en sí mismo y respecto así mismo,
no teniendo necesidad de ninguna de las criaturas que ha hecho, ni derivando
ninguna gloria de ellas, sino que solamente manifiesta su propia gloria en
ellas, por ellas, hacia ellas y sobre ellas: Jun. 5:26; Hch. 7:2; Sal 148:13; 119:68; 1 Ti. 6:15; Job 22:2, 3; Hch.
17:24, 25.
B.
Él es la única fuente de todo ser, de quien, por quien y para quien son todas
las cosas, teniendo sobre todas las criaturas el más soberano dominio para
hacer mediante ellas, para ellas y sobre ellas todo lo que le agrade: Ap. 4:11; 1 Ti. 6:15; Ro. 11:34-36; Dn.
4:25, 34, And 35.
C.
todas las cosas están desnudas y abiertas a sus ojos; su
conocimiento es infinito, infalible e independiente de la criatura, de modo que
para él no hay ninguna cosa contingente o incierta: He 4:13; Ro. 11:33, 34; Sal 147:5; Hch. 15:18; Ez. 11:5.
D.
Es santísimo en todos sus consejos, en todas sus obras y en
todos sus mandatos: Sal 145:17; Ro.
7:12.
E.
A él se le debe, por parte de los ángeles y los hombres,
toda adoración, todo servicio u obediencia que como criaturas deben al Creador,
y cualquier cosa adicional que a él le placiera demandar de ellos: Ap. 5:12-14.
LOS NOMBRES DE DIOS
Cuando leemos en la Biblia que Dios da nombres a ciertas personas
o cosas, estos nombres tienen un significado y nos dan una idea de la
naturaleza de las personas o cosas que designan. Lo mismo se aplica a los
nombres que Dios mismo se ha dado a sí. Algunas veces la Biblia nos habla del
nombre de Jehová en singular, y en tales casos designa con tal palabra una
manifestación general de Dios, de un modo especial con referencia a su pueblo,
Éx. 20: 7; Sal. 113: 3; o se refiere a Dios solo, Prov. 18: 18; Isaías 50: 10.
El nombre de Dios en general ha sido dividido en varios nombres
especiales que expresan los muchos aspectos de su Ser. Estos nombres no son el
producto de la invención humana, sino que fueron dados por Dios mismo.
LOS NOMBRES DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Algunos nombres del Antiguo Testamento denotan que Dios es el
Altísimo o Dios alto. Los nombres Él y Elohim indican que Dios es fuerte y
poderoso y que por tanto debe ser temido. Elyon denota su elevada naturaleza
como el Alto Dios el objeto de reverencia y adoración. Otro nombre que
pertenece a esta clasificación es Adonaí, generalmente traducido por «Señor»,
es decir, el Poseedor y Soberano de todos los hombres.
Otros nombres expresan el hecho de que Dios tiene relaciones benévolas
o amistosas con sus criaturas. Uno' de tales nombres, muy común entre los
patriarcas, era el nombre Shaddai o 'EI-Shaddai, que hace énfasis en la
grandeza divina, pero sólo como fuente de consuelo y bendición para Su pueblo.
Tal nombre indica que Dios rige los poderes de la naturaleza y
hace que sirvan a sus propios designios. El mayor de' los nombres de Dios, que
siempre ha sido sagrado para los judíos, es el nombre de Jehová (Yahvé). Su
origen y significado nos son indicados en Éxodo 3: 14, 15.
Este nombre expresa la inmutabilidad de Dios, es decir, que Dios
siempre es el mismo, y de un modo especial que jamás cambia en las relaciones
de su pacto, que es siempre fiel en el cumplimiento de sus promesas. Con
consecuencia encontramos otro nombre, el de «Jehová de los ejércitos». Este
nombre nos da un cuadro de Jehová como el Rey de gloria rodeado de las huestes
celestiales.
LOS NOMBRES DE DIOS EN EL NUEVO TESTAMENTO
Los nombres de Dios en el Nuevo Testamento no son otros que las
traducciones griegas de las formas hebreas en el Antiguo Testamento. Son dignas
de mención las siguientes:
EL NOMBRE THEOS
Esta palabra se traduce por «Dios», y es la que se emplea con más
frecuencia en el Nuevo Testamento, Con mucha frecuencia se emplea en el caso
genitivo (posesivo) traducida por «mi Dios», «tu Dios», <nuestro Dios», «su
Dios». En la persona de Cristo, Dios es el Dios de todos sus hijos. Esta forma
individual toma el lugar de la forma nacional, «el Dios de Israel» que es tan
frecuente en el Antiguo Testamento.
EL NOMBRE KURIOS
La palabra «Kurios» significa «Señor», y este nombre se aplica no
tan sólo a Dios sino también a Cristo. En su significado toma el lugar del
hebreo Adonaí y también Jehová, pero su significado corresponde mucho más de
cerca a la forma Adonaí.
Designa pues a Dios como el Poseedor y Soberano de todas las
cosas, y de un modo especial, de su pueblo.
EL NOMBRE PATER
Algunos han dicho que el Nuevo Testamento introduce este nombre
como a un nombre nuevo, pero tal aserción es incorrecta. El nombre «Padre» se
encuentra también en el Antiguo Testamento para expresar la relación especial
que existe entre Dios y su pueblo Israel, Deut. 32: 6; Isaías 63: 16. En el
Nuevo Testamento su significado es aún más individual y denota a Dios como
Padre de todos los creyentes.
Algunas veces designa a Dios como Creador de todo lo que existe,
1ª Cor. 8:6; Efes. 3:14; Hebreos 12:9; Santo 1: 17, otras como a la primera
persona de la Santísima Trinidad y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Juan 14:
11; 17:1.
TEXTOS PARA APRENDER DE MEMORIA SOBRE:
EL
NOMBRE DE DIOS EN GENERAL.
1. Éxodo 20:7. «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano;
porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.»
2. Sal. 8:1. «Oh Jehová, Señor nuestro ¡cuán grande es tu nombre en
toda la tierra!»
NOMBRES PARTICULARES
1. Génesis 1:1. «En el principio crió Dios ('Elohim) los cielos y la
tierra.»
2. Éx. 6:3. «Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre
de Dios Omnipotente ('El Shaddai), mas en mi nombre Jehová no me notifiqué a
ellos.»
3. Sal. 86:8. «Oh Señor (Adonaí), ninguno hay como tú entre los
dioses, ni obras que igualen tus obras.»
4. Mal. 3:6. «Porque yo Jehová, no me mudo; y así vosotros, hijos de
Jacob, no habéis sido consumidos.»
5. Mateo 6: 9. «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado
sea tu nombre.»
6. Apoc. 4:8. «Santo, santo, santo el Señor (Kurios) Todopoderoso,
que era, y que es, y que ha de venir.»
PARA ESTUDIO BÍBLICO ADICIONAL
1. ¿Cómo ilumina el pasaje de Éxodo 3:13-16 el significado del
nombre Jehová?
2. ¿Cuál era el nombre de Dios más corriente en los días de los
patriarcas? Gen. 17: 1; 28:3; 35: 11; 43: 14; 48:3; 49:25; Éxodo 6:3.
3. ¿Puede usted dar algunos nombres que describan a Dios? Isaías
43:15; 44:6; Amós 4:13; Lucas 1:78; 2 Cor. 1:3; Santo 1:17; Heb. 12:9; Apoc.,
1:8,17.
LOS ATRIBUTOS DE DIOS
Dios se nos revela no sólo a través de sus nombres sino también en
sus atributos, es decir, las perfecciones del divino ser. Se acostumbra a
distinguir entre los atributos comunicables y los incomunicables. Existen
vestigios de los primeros en las criaturas humanas pero no de los segundos.
LOS ATRIBUTOS INCOMUNICABLES
Su énfasis está en la absoluta distinción que existe entre la
criatura y el Creador. Tales atributos son:
LA INDEPENDENCIA O EXISTENCIA PROPIA DE DIOS
Esto significa que la razón de la existencia de Dios se encuentra
en Dios mismo, y que a diferencia del hombre, no depende de nada aparte de sí
mismo. Dios es independiente en su Ser, en sus acciones y virtudes, y hace que
todas las criaturas dependan de Él.
Esta idea se halla expresada en el nombre de Jehová y en los
pasajes siguientes: Sal. 33: 11; 115:3; Isaías ,40: 18s; Dan. 4: 35; Juan 5:26;
Rom. 11: 33-36; Hechos 17:25; Apoc. 4:11.
LA INMUTABILIDAD DE DIOS
Las Escrituras nos enseñan que Dios no cambia. Tanto en su divino
ser como en sus atributos, en sus propósitos y promesas, Dios permanece siempre
el mismo, Núm. 23: 19; Sal. 33: 11; 102: 27; Mal. 3: 6; Heb. 6: 17, Santo 1:17.
Esto no significa en ningún modo que en Dios no existe el
movimiento. La Biblia nos habla de su ida y venida y de que se esconde y se
revela. N os dice también que se arrepiente, pero es evidente que esto es sólo
una forma humana de referirse a Dios, Éxodo 32: 14; Jonás 3:10; y más bien
indica un cambio en la relación del hombre para con Dios.
LA INFINIDAD DE DIOS
Con esto decimos que Dios no está sujeto a limitación alguna.
Podemos hablar de su infinidad en diversos sentidos. Con relación a su Ser,
podemos llamarla su perfección absoluta. En otras palabras, Dios no está
limitado en su conocimiento y sabiduría, su bondad y amor, su justicia y
santidad, Job 11: 7-10; Sal. 145: 3.
Con respecto al tiempo, la llamamos Su eternidad. Mientras que en
la Escritura tal noción nos es dada en forma de una duración ilimitada, Sal.
90:2; 102:12, en realidad significa que Dios está por encima del tiempo, y que
por lo tanto no está sujeto a sus limitaciones.
Para Dios sólo existe un eterno presente, y no hay pasado ni
futuro. Con relación al espacio, Su infinidad recibe el nombre de inmensidad.
Dios está presente en todas partes, mora en todas sus criaturas, llena cada
punto del espacio, pero no está limitado en ningún modo por el espacio, 1 Reyes
8: 27; Sal. 139: 7-10; Isaías 66: 11; Jer. 23: 23, 24; Hechos 17: 27-28.
LA SIMPLICIDAD DE DIOS
Al hablar de la simplicidad de Dios queremos decir que Dios no
está compuesto de diferentes partes, tales como el cuerpo y el alma en el
hombre, y que por esta misma razón, Dios no se halla sujeto a división alguna.
Las tres personas de la Divinidad no son tantas partes de las que se compone la
esencia divina.
Todo el ser de Dios pertenece a cada una de las tres Personas Por
tal motivo afirmamos que Dios y sus atributos son un todo y que El es vida,
luz, amor, justicia, verdad, etc.
LOS ATRIBUTOS COMUNICABLES
Estos son los atributos de los cuales existe alguna semejanza en
el hombre. Debemos notar, sin embargo, que lo que vemos en el hombre es una
semejanza finita (limitada) e imperfecta de aquello que en Dios es infinito
(ilimitado) y perfecto.
EL CONOCIMIENTO DE DIOS
Llamamos así a aquella perfección divina por la cual Dios, a su
manera, se conoce a sí mismo y a todas las cosas actuales y posibles. Dios
tiene de por sí este conocimiento propio y no lo obtiene de nada ni nadie
exterior. Este conocimiento es completo y está siempre presente en su mente.
Puesto que tal conocimiento lo abarca todo, ha recibido el nombre
de omnisciencia. Dios conoce todas las cosas pasadas, presentes, futuras y no
tan sólo aquellas que tienen una existencia real sino también las que Son
meramente posibles, 1ª Reyes 8: 29; Sal. 139: 1-16; Isa. 46: 10; Ezeq. 11:5;
Hechos 15:18; Juan 21:17; Hebreos 4:13.
LA SABIDURÍA DE DIOS
La sabiduría es un aspecto del conocimiento de Dios. Es el atributo
divino que se manifiesta en la selección de' dignos fines y en la selección de
los mejores medios para la realización de tales fines. El propósito final y al
cual Dios hace que todas las cosas se subordinen es su propia gloria. Rom. 11:
33; 1 Cor. 2: 7; Efesios 1: 6, 12, 14; Col. 1:16.
LA BONDAD DE DIOS
Dios es bueno, esto es, santo a la perfección en su modo de Ser.
Sin embargo, esta no es la clase de bondad a la que nos referimos aquí. Esta
bondad a la que hacemos referencia es aquella bondad que se revela en hacer el
bien a otros. Es el atributo o perfección divina que lo impulsa a obrar con
bondad y generosidad para con todas sus criaturas. La Biblia habla de ello
repetidamente. Sal. 36:6: 104: 21; 145:8, 9,16; Mateo 5: 45; Hechos 14:17.
EL AMOR DE DIOS
Se ha llamado a este atributo el atributo más importante de Dios
pero es dudoso de que sea más importante que cualquier otro. En virtud del tal,
Dios se deleita en sus propias perfecciones y también en el hombre, como
reflejo de su imagen. Podemos considerarlo desde diferentes puntos de visita.
El amor inmerecido de Dios que se revela en el perdón de los pecados recibe el
nombre de gracia, Efesios 16:7; 2: 7-9; Tito 2: 11.
El amor que se revela en aliviar la miseria de aquellos que sufren
las consecuencias del pecado, lo llamamos su misericordia o tierna compasión,
Lucas 1:54.72, 78; Rom. 15:8; 9:16, 18; Efesios 2:4. Cuando este amor tiene
paciencia con el pecador que no escucha las instrucciones y avisos divinos, lo
llamamos su longanimidad o paciencia, Rom. 2:4; 9:22; 1 Pedro 3:20; 2 Pedro
3:15.
LA SANTIDAD DE DIOS
La santidad de Dios es ante todo aquella perfección divina por la
cual Dios es absolutamente distinto de todas sus criaturas, y elevado muy por
encima de ellas en infinita majestad. Éxodo 15: 11, Isaías 57:15. En segundo
lugar denota también que Dios es libre de cualquier impureza moral b pecado, y
que por tanto es moralmente perfecto. En la presencia de un Dios santo, el
hombre siente su pecado muy profundamente, Job 34: 10; Isaías 6: 5; Habacuc 1:
13.
LA JUSTICIA DE DIOS
La justicia de Dios es aquel atributo divino por el cual Dios se
mantiene santo en frente de cualquier violación de su santidad. En virtud de
ello, Dios mantiene su gobierno moral en el mundo e impone al hombre una ley
justa, recompensando la obediencia Y. castigando la desobediencia, Sal. 99: 4;
Isaías 33: 22; Rom. 1: 32.
La justicia de Dios que se manifiesta en dar recompensas recibe el
nombre de justicia remunerativa; la que se revela al ejecutar su castigo se
llama justicia retributiva. La primera es una expresión de su amor y la segunda
de su ira.
LA VERACIDAD DE DIOS
Este atributo denota que Dios es verdadero en su mismo Ser, en su
revelación y en las relaciones para con su pueblo. Dios es verdadero en
contraste con los ídolos, conoce las cosas tal como son, y es fiel en el
cumplimiento de sus promesas. Esta última característica recibe también el
nombre de fidelidad de Dios, Núm. 23: 19; 1ª Cor. 1: 9; 1ª Tim. 2: 13; Heb.
10:23.
LA SOBERANÍA DE DIOS
Este atributo puede ser considerado desde dos puntos de vista, su
soberana voluntad y su soberano poder. La voluntad de Dios, según las
Escrituras, es la causa final de todas las cosas. Efesios 1: 11; Apoc. 4: 11.
De acuerdo con Deut. 29: 29 ha sido costumbre distinguir entre la voluntad
secreta de Dios y la voluntad revelada.
La primera ha sido llamada la voluntad del decreto divino, está
escondida en Dios mismo y sólo puede ser conocida a través de sus efectos. La
segunda es la voluntad de sus preceptos y nos ha sido revelada en la ley y en
el evangelio. La voluntad de Dios es absolutamente libre en su relación con sus
criaturas, Job 11: 10; 33: 13; Sal. 115: 3; Prov. 21: 1; Mateo 20: 15; Rom. 9:
15-18; Apoc. 4: 11.
Aun las acciones pecaminosas del hombre están bajo el control de
su soberana voluntad, Génesis 50: 20; Hechos 2:23. Al poder de ejecutar su
voluntad se le ha llamado omnipotencia. Decir que Dios es omnipotente, no
significa que Dios puede hacer cualquier cosa.
La Biblia nos enseña que hay ciertas cosas que aun Dios mismo no
puede hacer. Dios no puede mentir, pecar, ni negarse a sí mismo. Núm. 23:19; 1
Sam. 15: 29; 2 Tim. 2:
13; Heb. 6:18; Santo 1:13, 17. Significa en cambio, que Dios
puede, por el mero ejercicio de su voluntad, realizar cualquier cosa que El ha
decidido llevar a cabo, y que si El lo quisiera, podría aun hacer más que esto,
Gen. 18:14; Jer. 32:27, Zac. 8:6; Mateo 3:9; 26 :53.
TEXTOS PARA APRENDER DE MEMORIA QUE PRUEBAN:
LOS ATRIBUTOS INCOMUNICABLES DE DIOS
1. Independencia. Juan 5:26. «Porque como el Padre tiene vida en sí
mismo, así Dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo.»
2. Inmutabilidad. Mal. 3:6. «Porque yo Jehová no me mudo; y así
vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.» Santo 1:17. «Toda buena
dádiva y todo bien perfecto es de 10 alto, que desciende del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.»
3. Eternidad. Salmo 90:2. «Antes que naciesen los montes, y formases
la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.» Sal.
102:27. «Mas tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.»
4. Omnipresencia. Sal. 139:7-10. « ¿Adónde me iré de tu espíritu? ¿Y
dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos allí estás tú: y si en
abismo hiciere mi estrado, he aquí allí tú estás. Si tomare las alas del alba,
y habitare en el extremo de la mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu
diestra.» Jer. 23:23-24. «¿Soy yo Dios de poco acá, dice Jehová, y no Dios de
mucho ha? ¿Ocultaras alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No
hincho yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?
LOS ATRIBUTOS COMUNICABLES
1. Omnisciencia. Juan
21:17b. «Y le dice: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo.» Heb.
4: 13. «Y no hay cosa criada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas
las cosas están desnudas... y abiertas ante los ojos de aquel a quien tenemos
que dar cuenta.»
2. Sabiduría. Sal.
104:24. « ¡Cuán muchas son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con
sabiduría.» Dan. 2:20-21b. «Sea bendito el nombre de Dios de siglo hasta siglo:
porque suya es la sabiduría y la fortaleza... Da la sabiduría a los sabios, y
la ciencia a los entendidos.»
3. Bondad. Sal. 86:5.
«Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con
todos los que te invocan.» Sal. 118:29. «Alabad a Jehová porque es bueno;
porque para siempre es su misericordia.»
4. Amor. Juan 3:16.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» 1ª Juan
4:8. «El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor.»
5. Gracia. Nehemías
9:17b. «Tú, empero, eres Dios de perdones, clemente y piadoso, tardo para la
ira, y de mucha misericordia.» Rom. 3:24, «Siendo justificados gratuitamente
por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús».
6. Misericordia. Rom.
9:18. «De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece.»
Efesios 2:4-5, «Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con
que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente
con Cristo».
7. Longanimidad o paciencia.
Núm. 14: 18. «Jehová, tardo de ira y grande en misericordia, que perdona la
iniquidad y la rebelión.» Rom. 2: 4, «O menosprecias las riquezas de su
benignidad, y paciencia, y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento».
8. Santidad. Éxodo 15:
11, « ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en
santidad, terrible en loores, hacedor de maravillas? Isaías 6: 3b. «Santo,
santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria».
9. Justicia y juicio. Salmo 89:14. «Justicia y juicio son el asiento de tu trono».
Salmo 145: 17, «Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas
sus obras». 1ª Pedro 1: 17, «y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción
de personas juzga según la obra de cada uno, con verdades. Temor todo el tiempo
de vuestra peregrinación.»
10. Veracidad y fidelidad.
Núm. 23:19. «Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de hombre para que se
arrepienta: él dijo ¿y no hará?; habló, ¿y no lo ejecutará?» 2ª Tim. 2: 13. «Si
fuéramos infieles, él permanece fiel: no se puede negar a sí mismo.»
11. Soberanía. Efesios
1:11. «En el digo, en quien asimismo tuvimos suerte, habiendo sido
predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el
consejo de su voluntad.» Apoc. 4: 11, «Señor, digno eres de recibir gloria y
honra y virtud: porque tú criaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser
y fueron criadas.»
12. Voluntad secreta y
revelada. Deut. 29:29. «Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro
Dios: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por. Siempre,
para que cumplamos todas las palabras de esta ley.»
13. Omnipotencia. Job
42:2. « Yo conozco que todo lo puedes.» Mateo 19:26. «Para con Dios todo es
posible.» Lucas 1:37. «Porque ninguna cosa es imposible para Dios.»
PARA ESTUDIO BÍBLICO ADICIONAL
1. De casos en los que la Biblia identifica a Dios. ‘con sus
atributos. Jer. 23:6; Hebreos 12:29; 1
Juan 1:5; 3:16.
2. ¿Cómo puede Dios ser justo y a la vez misericordioso para con el
pecador? Zac. 9:9. Rom. 3:24-26.
3. Pruébese a través de las Escrituras que la presciencia divina
incluye aun los sucesos condicionales. 1 Sam. 23: 10-13. 2ª Reyes 13: 19; Sal
81: 13-15; Jer. 38: 17-20; Ezequiel 3: 6; Mateo 11: 21. Isaías 48: 18.
(3)
A.
En este Ser divino e infinito hay tres subsistencias, el
Padre, el Verbo o Hijo y el Espíritu Santo: Mt. 3:16, 17; 28:19; 2 Co. 13:14.
B.
De una sustancia, un poder y una eternidad, teniendo cada uno toda la esencia
divina, pero la esencia indivisa: Ex. 3:14;
Jn.14:11; 1 Co. 8:6.
C.
El Padre no es de nadie, ni por generación ni por procesión; el Hijo es
engendrado eternamente del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del
Hijo: todos ellos son infinitos, sin
principio y, por tanto, son un solo Dios, que no ha de ser dividido en
naturaleza y ser, sino distinguido por varias propiedades relativas peculiares
y relaciones personales; dicha doctrina de la Trinidad es el fundamento de toda
nuestra comunión con Dios y nuestra consoladora dependencia de él: Pr. 8:22-31; Jun. 1:1-3, 14,18; 3:16;
10:36; 15:26; 16:28; He 1:2; 1 Jun. 4:14; Gá. 4:4-6.
LA TRIPLE UNIDAD DE DIOS
La
doctrina de la Trinidad nos resulta difícil y confusa. A veces hasta se ha
pensado que el cristianismo enseña la noción absurda de que 1+1+1=1.
Resulta claro que esta es una ecuación falsa. El término Trinidad describe una relación de un
Dios que es tres personas, y no una relación entre tres dioses. La Trinidad no
significa un triteísmo, es decir, que hay tres seres que en su conjunto conforman
un Dios. La palabra Trinidad se
utiliza como un esfuerzo para definir la plenitud de la Deidad en términos de
su unidad y su diversidad.
La
formulación histórica de la Trinidad es que Dios es uno en esencia y tres en
persona. Aunque esta fórmula es misteriosa y paradójica, no conlleva de modo
alguno una contradicción. Con respecto a la esencia o el ser, se afirma la
unidad de la Deidad; con respecto a la persona, se expresa la diversidad de la
Deidad.
Si
bien el término Trinidad no se
encuentra en la Biblia, el concepto aparece en ella con claridad. Por un lado
la Biblia declara de manera contundente la unidad de Dios (Deuteronomio 6:4).
Por
otro lado, la Biblia declara con claridad el carácter
plenamente divino de las tres personas de la Deidad: el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. La iglesia ha rechazado las herejías del modalismo y el
triteísmo. El modalismo niega la diferencia que existe entre las personas de la
Deidad, afirmando que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo son distintas maneras en que Dios se expresa a sí mismo. El
triteísmo, por otro lado, falsamente afirma que existen tres seres que juntos
constituyen a Dios.
El
término persona no significa
una diferencia en esencia sino una subsistencia
diferente en la Deidad. Una subsistencia en la Deidad constituye una
diferencia real pero no es una
diferencia esencial, en cuanto
a una diferencia en el ser. Cada persona subsiste o existe "bajo" la
pura esencia de lo divino. La subsistencia es una diferencia dentro del mismo
ser, no un ser o una esencia separada. Todas las personas de la Deidad
comparten todos los atributos divinos.
También
hay una diferencia en la función desarrollada por cada miembro de la Trinidad.
El trabajo de la salvación es en cierto sentido compartido por las tres personas
de la Trinidad. Sin embargo, con respecto a la manera de actuar, el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo operan de distinta forma. El Padre es
quien inicia la creación y la
redención; el Hijo es quien redime a la creación; y el
Espíritu Santo regenera y santifica,
operando la redención en los creyentes.
La
Trinidad no se refiere a las partes de Dios, ni siquiera a los roles. Las
analogías humanas, como las de un hombre que es un padre, un hijo y un esposo,
son insuficientes para reflejar el misterio de la naturaleza de Dios.
La
doctrina de la Trinidad no explica completamente el carácter misterioso de
Dios. En realidad lo que hace es fijar los límites que no debemos trasponer.
Define los límites de nuestra reflexión finita. Nos ordena ser fieles a la
revelación bíblica de que Dios es uno en un sentido y tres
en otro sentido.
RESUMEN
1.
La doctrina de la Trinidad afirma la triple unidad de Dios.
2.
La doctrina de la Trinidad no es una contradicción: Dios es uno en esencia y tres
en persona.
3.
La Biblia declara tanto la unicidad de Dios como el carácter divino del Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo.
4.
La Trinidad se distingue por la obra asumida por el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.
5. La doctrina de la Trinidad
fija los límites de la especulación humana con respecto a la naturaleza de
Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Deuteronomio
6:4, Mateo 3: 16-17, Mateo 28:19, 2 Corintios 13:14, 1 Pedro 1:2.
LA TRINIDAD: DECLARACIÓN DOCTRINAL.
La Biblia enseña que aun cuando Dios es uno, existe en tres
personas llamadas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estas no son tres personas en
el sentido corriente de la palabra; no son tampoco tres individuos, sino más
bien tres modos o formas de existencia del Divino Ser. Al mismo tiempo su
naturaleza es tal que les es posible entrar en relaciones personales.
El Padre puede hablar al Hijo y viceversa y ambas pueden enviar al
Espíritu Santo. El verdadero misterio de la Trinidad consiste en el hecho de
que cada una de las tres personas posee la suma total de la esencia divina, y
qué' ésta no existe aparte de, o fuera de tales Personas.
Ninguna de ellas es subordinada en cuanto a su ser a la otra,
aunque en orden de su existencia el Padre es primero, el Hijo es segundo y el
Espíritu Santo tercero. Un orden idéntico se refleja en su obra.
PRUEBA BÍBLICA DE LA TRINIDAD.
El Antiguo Testamento ya nos indica que en Dios existe más de una
Persona. Dios habla de sí mismo en el plural, Gen. 1: 26; 11: 7.; el Ángel de
Jehová nos es presentado como una persona divina, Gen. 16:7-13; 18:1-21;
19:1-22, y también el Espíritu Santo que nos presenta como una
Persona distinta, Isaías 48:16; 63: 10. Hay asimismo pasajes en
los cuales el Mesías habla y menciona a las dos otras Personas, Isaías 48: 16;
61; 63: 9-10.
Dado el progresó que encontramos en la revelación, el Nuevo
Testamento nos presenta pruebas más claras. Las pruebas más contundentes las
encontramos en los hechos de la redención. El Padre envía a su Hijo al mundo, y
el Hijo envía al Espíritu Santo.
Además, hay un cierto número de pasajes en los que las tres
Personas nos son mencionadas específicamente, tales como en: «la Gran
Comisión», Mateo 28:19, y «la Bendición Apostólica», 2ª Cor. 13:13. Véase
también, Lucas 3:21-22; 1:35; 1ª Cor. 12:4-6; 1ª Pedro 1:2.
La doctrina de la Trinidad fue negada por los socinianos en los
días de la Reforma y hoy día por los unitarios y los modernistas. Estos hablan
de la misma en términos del Padre, el hombre Jesús, y una influencia divina que
recibe el nombre de Espíritu de Dios.
EL PADRE
El nombre «Padre» se aplica con frecuencia en las Escrituras al
Dios trino como a creador de todas las cosas, 1 Cor. 8:6; hebreos 12:9; Santo
1:17, como Padre de Israel, Deut. 32:6: Isaías 63:16; y como a Padre de los
creyentes, Mateo 5: 45; 6:6, 9,14; Rom. 8:15.
En 'un sentido más profundo, la palabra «Padre» se refiere a la
Primera Persona de la Trinidad, para expresar su relación con la Segunda
Persona, Juan 1 :14, 18; 8 :54; 14 :12, 13. Esta es la Paternidad original y de
la cual la paternidad humana no es más que un débil reflejo. La característica
esencial del Padre es haber engendrado al Hijo desde toda la eternidad. Las
obras que generalmente se atribuyen a Él son el planeamiento de la obra
redentora, la creación, la providencia y la representación de la Trinidad en el
consejo de la redención.
EL HIJO
La Segunda Persona de la Trinidad es llamada «Hijo» o «Hijo de
Dios». Este nombre le es dado no sólo como a Hijo unigénito del Padre, Juan
1:14, 18; 3:16, 18; Gal. 4:4, sino también como al Mesías escogido de Dios,
Mateo 8:29; 26:63; Juan 1:49; 11:27, y en virtud de su nacimiento especial por
obra del Espíritu Santo, Lucas 1:32, 35.
La característica esencial del Hijo es el haber sido engendrado
desde toda la eternidad por el Padre. Salmo 2:7; Hechos 13: 33; Hebreos 1: 5.
Por razón de esta generación eterna, el Padre es la causa de la existencia
personal del Hijo en la Divina Trinidad.
Las obras que se atribuyen al Hijo de un modo especial Ron obras
de mediación. El Hijo de Dios es el mediador de la creación, Juan 1:3, 10;
Hebreos 1:2-3, y el mediador de la obra redentora, Efesios 1:3-14.
EL ESPÍRITU SANTO
A pesar de que los socinianos, unitarios y modernistas de nuestros
días hablan del Espíritu Santo como a un mero poder o influencia divina, la
Biblia nos lo presenta como a una Persona, Juan 14:16, 17, 26; 15:26; 16:7-15;
Rom. 8: 26.
El Espíritu Santo tiene inteligencia, Juan 14:26, sentimiento,
Isaías 63:10; Efesios 4:30, y voluntad, Hechos 16: 7; 1ª Cor. 12:11. La
Escritura nos dice que el Espíritu Santo habla, escudriña, testifica, ordena,
disputa e intercede. Además, su Persona nos es presentada como distinta de su
poder en Lucas 4: 14; 1: 35; Hechos 10: 38; 1ª Cor. 2: 4. La característica
esencial del Espíritu Santo es proceder del Padre y del Hijo por espiración.
En términos generales la obra del Espíritu Santo es completar las
obras de la creación y de la redención, Génesis 1:2; Job 26:13; Lucas 1:35;
Juan 3:34; 1 Cor. 12: 4-11; Efesios 2: 22.
TEXTOS PARA APRENDER DE MEMORIA SOBRE LA TRINIDAD
1. Isaías 16:1, «El espíritu del Señor Jehová es sobre mí» (el
Mesías). Véase Lucas 4:17-18.
2. Mateo 28:19. «Por tanto, id, y doctrinad a todos los Gentiles,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».
3. 2. Cor. 13:14. «La gracia del Señor Jesucristo, y el amor de
Dios, Y la participación del Espíritu Santo sea con vosotros todos».
LA GENERACIÓN ETERNA DEL HIJO
1. Salmo 2:7. «Yo publicaré el decreto: Jehová me ha dicho: Mi hijo
eres tú; yo te engendré hoy»
2. Juan 1:14. «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de
gracia y de verdad».
LA PROCESIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.
1. Juan 15:26. «Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os
enviaré del Padre. El Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará
testimonio de mí».
PARA ESTUDIO BIBLlCO ADICIONAL
1. ¿En qué sentido podemos hablar de la Paternidad de Dios? 1 Cor.
8:6; Efesios 3:14-15; Hebreos 12:9; Santo 1:17. Véase también Núm. 16:22.
2. ¿Puede usted probar la Divinidad del Hijo hecho carne? Juan 1:1;
20:28; Fil. 2:6; Tito 2:13; Jer. 23:5-6; Isaías 9:6; Juan 1:3; Apoc. 1:8; Col.
1:17; Juan 14:1; 2ª Cor. 13: 14.
3. ¿En qué forma prueban los pasajes siguientes la personalidad
del Espíritu Santo? Gen. 12; 6:3; Lucas 12:12; Juan 14:26; 15:26; 16:8; Hechos
8:29; 13: 2; Rom. 8:11; 1ª Cor. 2:10-11.
4. ¿Cuáles obras se atribuyen al Espíritu Santo en Salmo 33:6;
104:30; Éx. 28:3; 2 Pedro 1:21; 1 Cor. 3:16; 12:4 ss.?
LA PREEXISTENCIA DE DIOS
Cuando
la Biblia declara que Dios es el Creador del universo nos está señalando que
Dios mismo no ha sido creado. Existe una diferencia crucial entre el Creador y
la creación. La creación tiene el sello del Creador y es testigo de su gloria.
Pero esta creación nunca será digna de adoración. No es suprema.
Es
imposible que algo se cree a sí mismo. El concepto de la auto-creación es una
contradicción de palabras, es una afirmación carente de sentido. Le solicito al
lector que se detenga y reflexione un poco. Nada puede auto-crearse. Ni
siquiera Dios puede crearse a sí mismo. Para que Dios se creara a sí mismo
debería haber sido antes que Él. Ni siquiera Dios puede hacer eso.
Todo
efecto debe tener una causa. Esto es cierto por definición.
Pero Dios no es un efecto. Él no tiene principio y por lo tanto no tiene
ninguna causa precedente. Él es eterno. Él siempre ha sido o es. Él tiene,
dentro de sí mismo, el poder de ser. No necesita de ninguna ayuda de recursos
externos para seguir existiendo.
Esto
es lo que significa la idea de la preexistencia. Reconocemos que se trata de un
concepto elevado y tremendo. No conocemos nada que se le parezca. Todo lo que
percibimos en nuestro marco de referencia es dependiente y ha
sido creado. No podemos entender cabalmente algo que sea preexistente.
Pero
solo porque sea imposible (por definición) que una criatura sea preexistente no
significa que sea imposible que el Creador sea preexistente. Dios, como
nosotros, no puede crearse a sí mismo. Pero Dios, a diferencia de nosotros,
puede ser preexistente. En realidad esto constituye la esencia misma de la
diferencia que existe entre el Creador y la creación. Esto es lo que lo
convierte en el Ser Supremo yen La
fuente de todos los demás seres.
El
concepto de preexistencia no viola ninguna ley racional, lógica o científica.
Es una noción racional válida. Por el contrario, el concepto de la
auto-creación viola la más básica de todas las leyes racionales, lógicas y
científicas -la ley de la no contradicción. La preexistencia es un concepto racional;
la auto-creación es irracional.
La
noción de que algo sea preexistente no es solo racionalmente posible, es racionalmente necesaria. Nuevamente, la razón exige
que si algo es, entonces debe haber algo que contenga dentro
de sí mismo la capacidad de ser. De lo contrario no había nada.
Si
no hubiese algo que existiera en sí mismo, nada podría existir. Posiblemente la
pregunta más antigua y más profunda sea: Por qué hay algo en vez de nada Una
respuesta necesaria para al
menos parte de la pregunta es porque Dios existe. Dios existe
en sí mismo eternamente. Es el origen y la fuente del ser. Solo El tiene,
dentro de sí mismo, el poder de ser. Pablo declara que
nuestra propia existencia depende del poder del ser de Dios: "Porque en él
vivimos, y nos movemos, y somos" (Hechos 17:28).
RESUMEN
1.
Todo efecto debe tener una causa.
2.
Dios no es un efecto; Dios no tiene causa.
3.
La auto-creación es un concepto irracional.
4.
La preexistencia es un concepto racional. .
5.
La preexistencia no es solamente posible sino que es racionalmente necesaria.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Salmo
90:2, Juan 1:1-5, Hechos 17:22-31, Colosenses 1:15-20, Apocalipsis 1:8.
LA OMNIPOTENCIA DE DIOS
A
todos los teólogos, tarde o temprano, un estudiante les planteará una pregunta que
resulta ser un rompedero de cabeza. Esta pregunta tan antigua es la siguiente:
¿puede Dios crear una roca tan grande que no la pueda mover? A primera vista
esta pregunta parece crear un cerco que encierra al teólogo en un dilema sin
solución. Si contestamos que sí, entonces estamos diciendo que hay algo que
Dios no puede hacer; no puede mover la roca. Si contestamos que no, entonces
estamos diciendo que Dios no puede construir dicha roca. Cualquiera sea la
respuesta que demos estamos forzados a establecerle límites al poder de Dios.
Este
problema se asemeja a otro: ¿qué sucede cuando una fuerza irresistible se
enfrenta con un objeto inamovible? Es posible concebir una fuerza irresistible.
También es posible concebir un objeto inamovible. Lo que nos resulta imposible
de concebir es la coexistencia de ambos. Si una fuerza irresistible se
enfrentara con un objeto inamovible y el objeto se moviera, entonces no podría
ser con propiedad llamado inamovible. Si el objeto no se moviera, entonces
nuestra fuerza "irresistible" no podría ser llamada con propiedad
irresistible. Vemos, entonces, que la realidad no puede contener a ambos -una
fuerza irresistible y un objeto inamovible.
Volvamos
ahora al tema de la roca inamovible. El dilema que se plantea aquí (como en el
caso de la fuerza irresistible) es un falso
dilema. Es falso porque se funda sobre una premisa falsa.
Está
suponiendo que la "omnipotencia" significa que Dios puede hacer
cualquier cosa. Sin embargo, considerado como un término teológico, la
omnipotencia no significa que Dios pueda hacer cualquier cosa. La Biblia nos
señala varias cosas que Dios no puede hacer. No puede mentir (Hebreos 6: 18).
No puede morir.
No
puede ser eterno y a la vez haber sido creado. No puede actuar en contra de su
naturaleza. No puede ser Dios y no ser Dios al mismo tiempo y en el mismo
sentido.
La
omnipotencia significa que Dios tiene el poder sobre su creación. No hay
ninguna parte de la creación fuera del alcance de su control soberano. Por lo
tanto, hay una respuesta correcta al dilema de la roca. El problema tiene
solución. La respuesta es no.
Dios
no puede construir una roca tan grande imposible de mover. ¿Por qué? Si Dios
construyera dicha roca estaría creando algo sobre lo que no podría ejercer su
poder. Estaría destruyendo su propia omnipotencia. Dios no puede dejar de ser
Dios; no puede no ser omnipotente.
Cuando
la Virgen María se vio confundida por la anunciación de Gabriel sobre la
concepción de Jesús en su vientre, el ángel le dijo: "porque nada hay
imposible para Dios" (Lucas 1:37). El ángel le estaba recordando a María
la omnipotencia de Dios. Creo que hasta los ángeles son capaces de usar
hipérboles. En un sentido restringido, el ángel estaba expresando una teología
incorrecta.
Pero
en un sentido bíblico más amplio entendemos que el poder de Dios supera al de
la criatura. Lo que para nosotros es imposible para Dios es posible. Decir que
nada es imposible para Dios significa que Dios puede hacer cualquier cosa que
sea su voluntad. Su poder no está limitado por limitaciones finitas. Nada o
"ninguna cosa" puede restringir su poder. Sin embargo, su poder
todavía está limitado por lo que él es. El pecado le es imposible porque uno no
puede pecar si no lo desea. Dios no puede pecar porque nunca tendrá la voluntad
de pecar. Job llegó al meollo de este asunto cuando dijo: "Yo conozco que
todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti" (Job 42:2).
Para
el cristiano la omnipotencia de Dios es una enorme fuente de consuelo. Sabemos
que el mismo poder que Dios desplegó al crear el universo está a su disposición
para asegurarnos la salvación. Demostró su poder en el Éxodo de Egipto.
Demostró
su poder sobre la muerte en la resurrección de Cristo. Sabemos que ninguna
parte de la creación puede frustrar sus planes para el futuro. No hay moléculas
perdidas al azar en el universo que puedan destruir sus planes. Aunque los
poderes y las fuerzas de este mundo amenacen con destruirlos, no tenemos por
qué temer. Podemos descansar confiados en el conocimiento de que nada puede superar
el poder de Dios. Dios es el Todopoderoso.
RESUMEN
1.
La omnipotencia no significa que Dios puede hacer cualquier cosa. Dios no puede
actuar en contra de su naturaleza.
2.
La omnipotencia se refiere al poder, la autoridad y el control soberano que
Dios ejerce sobre el orden creado.
3.
La omnipotencia es una amenaza para los malvados, y es una fuente de consuelo
para los creyentes.
4.
El mismo poder que Dios exhibió en la creación lo demostró en nuestra
redención.
5.
No existe nada en el universo que pueda desbaratar los planes de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis
17: l, Salmo 115:3, Romanos 11:36, Efesios 1:11, Hebreos 1:3.
LA OMNIPRESENCIA DE DIOS
La
proyección astral es una fantasía. Hay personas que dicen que pueden abandonar
sus cuerpos y viajar a California o a la India y regresar sin utilizar trenes,
aviones o barcos; pero cuando hacen estas afirmaciones, se han engañado a sí
mismos o están engañando a otros. Incluso si el alma o el espíritu de una
persona pudiera "proyectarse" de esta manera para peregrinar por el mundo,
dichos viajes solo podrían incluir una parada por vez. Nuestros espíritus
humanos son espíritus finitos y no pueden, ni nunca podrán, ser capaces de
estar en más de un lugar al mismo tiempo.
Solo
un Espíritu infinito tiene la capacidad de la omnipresencia. Cuando hablamos de
la omnipresencia de Dios queremos decir que su presencia está en todo lugar. No
hay ningún lugar donde Dios no esté. Sin embargo, como espíritu, Dios no ocupa
ningún lugar, en el sentido que los objetos físicos ocupan el
espacio. No tiene cualidades físicas que puedan ocupar el espacio.
La
clave para entender esta paradoja es pensar en términos de otra dimensión. La
barrera que existe entre Dios y nosotros no es una barrera de espacio o tiempo.
Encontrarse con Dios no implica un "lugar" adonde ir o un
"momento" donde transcurrir. Estar en la presencia inmediata de Dios
es traspasar el umbral de otra dimensión.
Hay
otro segundo aspecto relacionado con la omnipresencia de Dios que solemos
soslayar. La partícula "omni" se refiere no solo a los lugares donde
Dios está, sino a cuánto de Dios está en un determinado lugar. Dios no solo
está presente en todo lugar sino que Dios está plenamente presente en todo
lugar. A esta característica se la llama su Inmensidad. Los creyentes en Nueva
York disfrutan de la plenitud de la presencia de Dios mientras que los
creyentes en Moscú también disfrutan de la misma presencia.
Su
Inmensidad no se refiere, entonces, a su tamaño, sino a su capacidad para estar
plenamente presente en todo lugar.
La
doctrina sobre la omnipresencia de Dios nos llena de asombro. Esta doctrina
engendra reverencia en nosotros, pero además nos sirve de consuelo. Siempre
podemos estar seguros de la atención exclusiva de Dios. No tenemos necesidad de
hacer una fila o solicitar una entrevista para estar con Dios. Cuando estamos
en la presencia de Dios, Dios no está preocupado por los acontecimientos que
están sucediendo del otro lado del planeta; Esta doctrina, sin embargo, no es
ningún consuelo para los no creyentes.
No
hay ningún lugar donde puedan esconderse de Dios. No hay ningún rincón en el
universo donde Dios no esté. Los malvados en el infierno no están separados de
Dios, están separados de su benevolencia. La ira de Dios los acompaña
constantemente. David, que muchas veces alabó la gloria de la omnipresencia de
Dios en los salmos, nos da un resumen poético de esta doctrina: ¿A dónde me iré
de tu Espíritu? ¿Ya dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí
estás tú; y si en el Sheol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si
tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará
tu mano, y me asirá tu diestra. (Salmo 139:7-10)
RESUMEN
1.
Solo un Espíritu infinito puede ser omnipresente.
2.
Dios no está limitado por el tiempo ni por el espacio. Su Ser trasciende el
tiempo y el espacio.
3.
La omnipresencia de Dios incluye su Inmensidad, que le permite estar presente
en su plenitud en todos los tiempos y en todos los lugares.
4. La
omnipresencia de Dios es un consuelo para el creyente y un motivo de terror
para el no creyente.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
1
Reyes 8:27, Job 11:7-9, Jeremías 23:23-24, Hechos 17:22-31.
LA OMNISCIENCIA DE DIOS.
Mi
primer recuerdo sobre el concepto de omnisciencia está relacionado con mi
entendimiento infantil sobre Papá Noel. Me dijeron que "estaba haciendo
una lista y verificándola". También pensé en el conejillo de
Pascuas que vivía en nuestra buhardilla (fuera de temporada) y que podía
vigilarme todo el tiempo.
La
palabra omnisciencia significa
"tener todo (omni) conocimiento
(ciencia)". Es un término
que solo puede ser apropiadamente aplicado a Dios. Únicamente un ser que es
infinito y eterno es capaz de conocer todo. El conocimiento de una criatura
finita estará siempre limitado por un ser finito.
Dios,
siendo infinito, es capaz de ser consiente de todas las cosas, de entender
todas las cosas y de comprender todas las
cosas.
Nunca
aprende nada ni adquiere nuevos conocimientos. El futuro así como el pasado y
el presente le son completamente conocidos.
Nada
lo puede sorprender. Como el conocimiento de Dios supera ampliamente nuestro
conocimiento (es de un tipo más elevado), algunos cristianos creen que su
pensamiento es de un tipo radicalmente
distinto al nuestro. Por ejemplo, para los cristianos se ha convertido en un
lugar común el afirmar que Dios opera con una lógica distinta a la nuestra.
Este concepto es muy conveniente cuando encallamos en nuestra teología. Si nos
encontramos afirmando ambos polos de una contradicción, podemos aliviar la
tensión apelando a un orden de lógica de Dios distinta a la nuestra. Podemos
decir con total tranquilidad: "Esto nos puede resultar contradictorio,
pero no es contradictorio en la mente de Dios".
Este
tipo de razonamiento es fatal para el cristianismo. ¿Por qué? Si Dios tiene un
orden de lógica diferente, por el cual lo que para nosotros es contradictorio
para Él es lógico, entonces no tenemos ninguna razón para confiar en ninguna
palabra de la Biblia. Cualquier cosa que nos dijera la Biblia podría significar
exactamente lo contrario para Dios. En la mente de Dios hasta el
mal y el bien podrían no ser contrarios, y el
Anticristo podría hasta llegar a ser el Cristo.
El
conocimiento superior de Dios le permite resolver misterios que a nosotros nos
deslumbran. Pero esto está apuntando a una diferencia en el grado del conocimiento de Dios, ha a
una diferencia en el tipo de
lógica que Él utiliza. Como Dios es racional, ni siquiera Él puede reconciliar
las contradicciones.
La
omnisciencia de Dios asimismo proviene de su omnipotencia. Dios no conoce todas
las cosas por el simple hecho que Él ha aplicado su intelecto superior a un
estudio diligente del universo y de todo su contenido. En realidad, Dios conoce
todas las cosas porque Él las ha creado y por su voluntad existen. Como
Soberano del universo, Dios controla al universo. Si bien algunos teólogos han
intentado separar estas dos cosas, sería imposible que Dios conociera todo si
no controlara todo, y sería igualmente imposible que Dios controlara todo si no
conociera todo. Así como sucede con todos los demás atributos de Dios, son
interdependientes, las dos partes necesarias para un todo.
La
omnisciencia de Dios, del mismo modo que su omnipotencia y su omnipresencia,
también se da con respecto al tiempo.
El
conocimiento de Dios es absoluto en el sentido que Dios siempre tiene
conciencia de todas las cosas. El intelecto de Dios es distinto al nuestro en
que Él no tiene que "acceder" a la información, como un computador
accede y abre un archivo.
Todo
tipo de conocimiento está siempre directamente delante de Dios. El conocimiento
de Dios de todas las cosas es una espada de doble filo. Para el creyente este
pensamiento le brinda seguridad Dios mantiene el control, Dios comprende. A
Dios no lo confunden los problemas que nos confunden a nosotros. Para el no
cristiano, sin embargo, esta doctrina vuelve a enfatizar el hecho de que las
personas no pueden esconderse de Dios. Sus pecados están expuestos. Como Adán,
procuran esconderse. Sin embargo, no hay ningún rincón en el universo fuera del
alcance de la mirada de Dios, de su amor y de su ira.
La
omnisciencia de Dios es también una parte crucial de la promesa de Dios de
traer la justicia a este mundo. Antes de que un juez pueda dar su veredicto
justo es necesario que esté al corriente de todos los hechos. No hay ninguna
evidencia que pueda ser encubierta del escrutinio de Dios. Cualquier
circunstancia atenuante será conocida por Dios.
RESUMEN
1. Omnisciencia significa
"todo conocimiento".
2.
Únicamente un Ser infinito puede poseer un conocimiento infinito.
3.
Dios tiene un grado de conocimiento superior al de sus criaturas, pero se trata
del mismo orden de lógica.
4.
El atribuirle a Dios un tipo distinto de lógica es fatal para el cristianismo.
5. La omnisciencia de Dios se
basa en su carácter infinito y en su omnipotencia.
6.
La omnisciencia de Dios es crucial para el papel que desempeña como Juez de
este mundo.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Salmo
147:5, Ezequiel 11:5, Hechos
15:18, Romanos 11: 33-36,
Hebreos 4:13.
LA SANTIDAD DE DIOS
La primera oración que aprendí siendo
un niño fue la sencilla oración de agradecimiento frente a los alimentos:
"Dios es grande; Dios es bueno. Y le agradecemos estos alimentos".
Supongo que esta oración debería de rimar. Al menos, rimaba cuando la rectaba mi abuela que pronuncia bajo ozí
("alimentos") de manera tal que rimara con good ("bueno").
Estas
dos virtudes asignadas a Dios en esta oración, la grandeza y la bondad, están
comprendidas en una sola palabra bíblica, la santidad. Cuando hablamos de la santidad de Dios, estamos muy
acostumbrados a asociarla casi exclusivamente con la pureza y la justicia de
Dios. Sin duda que la idea de santidad contiene dichas virtudes, pero no
constituyen el significado principal de la santidad.
La
palabra bíblica santo tiene dos
significados distintos. El significado principal es "lo apartado" o
"lo otro". Cuando decimos que Dios es santo, estamos llamando la
atención a la profunda diferencia que existe entre Él y todas las demás
criaturas. Se refiere a la majestad trascendente de Dios, a su augusta
superioridad, en virtud de la cual Él es digno de todo nuestro honor, nuestra
reverencia, nuestra adoración y nuestra alabanza. Él es "otro", o es
distinto a nosotros en su gloria.
Cuando
la Biblia habla de objetos santos, o de un pueblo santo, o de un tiempo santo,
se refiere a objetos que han sido apartados, consagrados o hechos diferentes
por la mano de Dios. El suelo que pisaba Moisés frente a la zarza que ardía era
suelo santo porque Dios estaba allí, presente de una manera muy especial. Era
la cercanía de lo divino que convertía a lo ordinario súbitamente en algo
extraordinario, y a lo cotidiano en algo fuera de lo común.
El
segundo significado de santo se
refiere a las acciones puras y justas de Dios. Dios hace lo que está bien.
Nunca hace algo que esté mal. Dios siempre actúa de manera justa porque su naturaleza es santa. Podemos entonces
diferenciar la justicia interna de
Dios (su naturaleza santa) de la justicia externa de Dios (sus acciones).
Como
Dios es santo, es grande y bueno al mismo tiempo. No hay maldad entremezclada
con su bondad. Cuando somos llamados a ser santos, no significa que hemos de
compartir la majestad divina de Dios, sino que hemos de apartarnos de nuestra
pecaminosidad normal como caídos. Hemos sido llamados a
reflejar el carácter moral y la actividad de Dios. Hemos de juntar su bondad.
RESUMEN
1. La
santidad tiene dos
significados:
(1)
"lo otro" o "lo apartado", y.
(2)
"las acciones puras Y justas".
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Éxodo
3: 1-6, 1 Samuel 2:2, Salmo 99: 1-9, Isaías 6:1-13, Apocalipsis 4: 1-11.
LA BONDAD DE DIOS
Quizás
uno de los momentos más divertidos de esta vida sea cuando observamos como un
pequeño perro o gato persiguen su propia sombra. En vano tratan de alcanzarla.
Cuando se mueven, su sombra se mueve con ellos. Esto no sucede en el caso de
Dios.
Santiago
nos dice: "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del
Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación"
(Santiago 1:17).
Dios
nunca cambia. En Él no hay "sombra de variación". Esto no está
únicamente sugiriendo que Dios es inmaterial y que por lo tanto es incapaz de
tener una sombra, sino que asimismo nos dice que Dios no tiene un "lado
sombrío" en un sentido figurativo o moral. Las sombras sugieren oscuridad,
y en términos espirituales la oscuridad sugiere maldad. Como no hay maldad en
Dios, tampoco hay ningún indicio de oscuridad en Él. Él es el Padre de las
luces.
Cuando
Santiago agrega que no hay "sombra de variación" en Dios no alcanza
con entender esto simplemente en términos del ser incambiable e inmutable de
Dios. Se trata también de una referencia al carácter de Dios. Dios no es solo
enteramente bueno, sino que es siempre bueno. Dios no sabe cómo ser otra cosa
que no sea bueno.
La
relación entre la bondad y Dios es tan estrecha que hasta los filósofos paganos
como Platón equiparan la máxima bondad, el bien supremo, con Dios mismo. La
bondad de Dios se refiere tanto a su carácter como a su conducta. Sus actos
proceden de su propio ser. Dios actúa en base a lo que Él es. De la misma
manera que un árbol corrupto no puede producir fruta incorrupta, tampoco un
Dios incorrupto puede producir fruta corrupta.
La
ley de Dios refleja su bondad. El que Dios sea bueno no es consecuencia de que
Dios obedezca y pueda ser juzgado por alguna ley cósmica ajena a sí mismo, o
debido a que Dios define la bondad de manera tal que pueda actuar sin estar
sujeto a ninguna ley y por el solo poder de su autoridad le sea permitido declarar
sus acciones como buenas. La bondad de Dios no es ni arbitraria ni caprichosa.
Dios no obedece una ley, sino que la ley que obedece es la ley de su propio
carácter. Dios siempre actúa de acuerdo con su propio carácter, que es eterno,
inmutable, e intrínsecamente bueno. Santiago nos enseña que todo lo bueno y lo
perfecto provienen de Dios. Dios no es solo el estándar principal de bondad; es
la Fuente de toda bondad.
Uno
de los versículos más populares del Nuevo Testamento es el de Romanos 8:28.
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien,
esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Este texto sobre
la providencia divina es tan difícil de comprender como lo es de popular. Si
Dios es capaz de hacer que todo lo que nos suceda redunde en nuestro bien,
entonces en última instancia todo lo que nos suceda será bueno. Conviene
resaltar aquí la expresión en última
instancia.
En
el plano mundano nos pueden suceder cosas que sean maldad. (Debemos estar
precavidos y no llamar al bien, maldad o a la maldad, bien.) Encontramos
aflicción, miseria, injusticia, y otro montón de maldades. Sin embargo, Dios en
su bondad trasciende todas estas cosas y hace que ellas ayuden para nuestro
bien. Para el cristiano, en
última instancia, no existen las tragedias. En última instancia, la
providencia de Dios hará que todas estas maldades tan cercanas redunden para
nuestro beneficio final.
Martín
Lutero comprendió muy bien este aspecto de la buena providencia de Dios cuando
dijo que "si Dios me pidiera que comiera el estiércol de la calles, no
solo lo comería sino que sabría que es para mi bien".
RESUMEN
1.
Las criaturas tienen sombra por causa de la oscuridad del pecado.
2.
Dios no tiene un lado sombrío.
3.
Dios no está bajo ninguna ley.
4.
Dios es inseparable de la ley.
5.
Dios es su propia ley.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Éxodo
34:6-7, Salmo 25:8-10, Salmo 100:1-5, Romanos 8:28-39, Santiago
1:17.
LA JUSTICIA DE DIOS
La
justicia es una palabra que
escuchamos decir todos los días. La usamos en nuestras relaciones personales,
en el trato social, con respecto a la legislación, y en ocasión de los
veredictos de un tribunal. Pero aunque se trata de una palabra tan
frecuentemente utilizada, ha confundido a los filósofos que buscan definirla
con exactitud.
Muchas
veces relacionamos y equiparamos la justicia con lo que se ha ganado o se
merece. Hablamos de personas que reciben su justa retribución en términos de
recompensas o castigos. Pero las recompensas no siempre son otorgadas en base
al mérito.
Supongamos
que realizamos un concurso de belleza y declaramos que se otorgará un premio a
la persona considerada la más bella, Si la "belleza" recibe el
premio, no será porque hay algo meritorio en ser bella. En realidad, se hará
justicia cuando se le otorgue el premio al participante más bello. Si los
jueces votan por alguien a quien no consideran la persona más bella (ya sea por
razones políticas, o porque fueron sobornados) entonces el resultado de!
concurso será injusto.
Por
este tipo de razones es que Aristóteles definió la justicia corno "el
dar a una persona su merecido".
Lo "merecido" puede estar determinado por obligaciones éticas
o por algún acuerdo previo. Si una persona es castigada con mayor severidad que
la requerida por su crimen, el castigo es injusto. Si una persona recibe una
recompensa menor a la que es acreedora, entonces la recompensa no ha sido
justa.
¿Cómo
se relaciona entonces la misericordia con la justicia? La misericordia y la
justicia son obviamente dos cosas distintas, aunque a veces se las confunda. La
misericordia ocurre cuando a quienes actuaron mal se les da un castigo menor al
merecido o una recompensa mayor a la que se han ganado.
Dios
templa su justicia con misericordia. Su gracia es esencialmente un tipo de
misericordia. Dios es misericordioso hacia nosotros cuando no nos castiga como
nos correspondería y cuando recompensa nuestra obediencia aun teniendo en
cuenta que le debernos obediencia y que por lo tanto no mereceríamos ninguna
recompensa. Dios siempre tiene la voluntad de ejercer su misericordia.
No
está obligado a ser misericordioso. Se reserva el derecho a ejercer su gracia
de acuerdo con su voluntad. Por eso le dice a Moisés: "Tendré misericordia
del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca"
(Romanos 9:15).
Las
personas suelen quejarse de que Dios no es justo porque no distribuye su gracia
o su misericordia a todos por igual. Nos quejamos de que si Dios perdona a
alguien está entonces obligado a perdonar a todos.
Sin
embargo, vemos claramente en la Escritura que Dios no trata a todos del mismo
modo. Dios se reveló a Abraham de un modo como no lo hizo con los otros paganos
en el mundo antiguo.
En
su gracia se le apareció a Pablo en el camino como no se le apareció a Judas
Iscariote. Pablo recibió la gracia de Dios; Judas Iscariote recibió su
justicia. La misericordia y la gracia no son formas de justicia, pero no son
actos de injusticia. Si el castigo de Judas hubiese sido más severo que el que
merecía, entonces habría tenido motivos para quejarse. Pablo recibió la gracia,
pero esto no significa que Judas tenga también derecho a recibir la gracia. Si
la gracia debe ser exigida a
Dios, si Dios está obligado a
manifestar su gracia, entonces no estamos hablando de la gracia sino de la
justicia.
Bíblicamente,
la justicia se define en términos de rectitud. Cuando Dios es justo, está
actuando con rectitud. Abraham le
preguntó a Dios una pregunta retórica que tiene una sola respuesta obvia:
"El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?"
(Génesis 18:25). De la misma manera, el apóstol Pablo hizo la misma pregunta
retórica: "¿Qué pues diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna
manera" (Romanos 9:14).
RESUMEN
1.
La justicia consiste en dar lo que se merece.
2.
La justicia bíblica está relacionada con la rectitud, con actuar con justicia.
3.
La injusticia cae fuera de la categoría de justicia y es una violación a la
justicia. La misericordia también cae fuera de la categoría de justicia pero no
es una violación a la justicia.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis
18:25, Éxodo 34:6-7, Nehemías 9:32-33, Salmo 145:17, Romanos 9:14-33.
3.
EL DECRETO DE DIOS
(1)
A.
Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de su
propia voluntad, ha decretado en sí mismo, libre e inalterablemente: Pr. 19: 21; Is. 14: 24-27; 46:10, 11; Sal
115: 3; 135:6; Ro. 9:19.
B.
Todas las cosas, todo lo que sucede: Dn.
4:34, 35; Ro. 8:28; 11:36; Ef. 1:11.
C.
Sin embargo, de tal manera que por ello Dios ni es autor del pecado ni tiene
comunión con nadie en el mismo: Gn.
18:25; Stg. 1:13; 1 Jun. 1:5.
D.
Ni se hace violencia a la voluntad de la criatura, ni se quita la libertad o
contingencia de las causas secundarias, sino que más bien las establece: Gn. 50:20; 2 S. 24:1; Is. 10:5-7; Mt.
17:12; Jun. 19:11; Hch. 2:23; 4:27, 28.
E.
En lo cual se manifiesta su sabiduría en disponer todas las cosas, y su poder y
fidelidad en llevar a cabo sus decretos: Nm.
23:19; Ef. 1:3-5.
EL PRINCIPIO ETERNO DE DIOS.
El título de este articulo quizá no sea
suficiente explicito para indicar su tema. Ello es debido en parte, al hecho de
que muy pocas personas cristianas, hoy en día, están acostumbradas a meditar
sobre las perfecciones personales de Dios. Relativamente pocos de aquellos que
leen la Biblia ocasionalmente, saben de la grandeza del carácter divino, que
inspira temor e incita a la adoración. Que Dios es grande en sabiduría,
maravilloso en poder, y sin embargo, lleno de misericordia, es tenido por
muchos como algo casi del dominio publico; pero tomar en consideración algo
parecido a un conocimiento adecuado de su Ser, su Naturaleza, sus Atributos,
tal como se revelan en la Santa Escritura, es cosa que poquísimas personas
cristianas han alcanzado en estos decaídos y degenerados tiempos. Dios es único
en su excelencia. “¿quien como tú, Jehová, entre los Dioses? ¿Quién como tú,
Magnifico en Santidad, terrible en sus loores, hacedor de maravillas”? (Éxodo
15: 11)
“En el principio, Dios” (Génesis 1: 1). Hubo
un tiempo, Sí “tiempo” puede llamársele, cuando Dios, en la unidad de su
naturaleza (aunque existiendo igualmente en tres seres divinos) “personas”
habitaba solo. “En el principio, Dios” No había cielo, donde su gloria es
manifestada particularmente ahora. No había tierra que ocupara su atención. No
había ángeles que cantaran sus alabanzas, ni universo que se sostuviese por la
palabra de su poder. No había nada ni nadie sino Dios; y esto, no durante un
día, un año, o una época, sino “desde el siglo” Durante una eternidad pasada,
Dios estuvo solo: Completo, Suficiente, Satisfecho en sí mismo, no necesitando
nada. Si un universo, o Ángeles, o seres humanos le hubiesen sido necesarios en
alguna manera, hubiese sido llamados a la existencia desde toda la eternidad.
Nada añadieron esencialmente a Dios al ser creados. Él no cambia (Malaquías 3.
6), por lo que su gloria substancial no puede ser aumentada ni disminuida.
Dios no estaba bajo coacción, obligado, ni
necesidad alguna de crear. El hecho de que quisiera hacerlo fue puramente un
acto soberano de su parte, no producido por nada fuera de de sí mismo; no
determinado por nada sino por su propia buena voluntad, ya que Él “hace todas
las cosa según el consejo de su voluntad” (Efesio 1: 11). Que Él creara fue
simplemente par su gloria manifestativa. ¿Cree alguno de nuestros estudiantes
que hemos ido más allá de lo que la Escritura nos autoriza? Entonces, nuestra
apelación será a la Ley y al testimonio: “Levantaos, bendecid a Jehová vuestro
Dios desde el Siglo hasta el Siglo; y bendigan el nombre Tuyo, glorioso y alto
sobre toda bendición y alabanza” (Nehemías 9: 5). Dios no sale ganado nada ni
siquiera con nuestra adoración. Él no necesitaba esa gloria externa de su
gracia que procede de sus redimidos, porque es suficientemente glorioso en Sí
mismo sin ella. ¿Qué fue lo que le movió a predestinar a sus elegidos para la
alabanza de su gloria de su gracia? Fue como nos dice Efesios 1: 5, “El puro
afecto de su voluntad”.
Sabemos que el elevado terreno que estamos
pisando es nuevo y extraño para casi todos nuestros estudiantes y lectores; por
esta razón, haremos bien en movernos despacio. Recurramos de nuevo a las
Escrituras. Al final de Romanos 11: 34-35, donde el Apóstol concluye su larga
argumentación sobre la salvación por la pura y soberana gracia, pregunta:
“Porque ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quien fue su consejero? ¿O quien
le dio a Él primero, para que le sea pagado. La importancia de esto es que es
imposible someter al Todopoderoso a obligación alguna hacia la criatura; Dios
no sale ganado nada con nosotros. “Sí fueres justo, ¿Qué le darás a Él? ¿O que
recibirá de tu mano? Al hombre como tú dañará tu impiedad, y al hijo del hombre
aprovechará tu justicia” (Job 35: 7-8), pero no puede en verdad, afectar a Dios, quien es Bendito en Sí Mismo. “Cuando
hubieres hecho todo lo que os he mandado, decid: siervos inútiles somos” (Lucas
17: 10), nuestra obediencia no ha aprovechado en absoluto a Dios.
Es más, nuestro Señor Jesucristo no añadió
nada al ser y gloria esenciales de Dios, ni por lo que hizo, ni por lo que
sufrió, porque el en sí mismo tiene toda su plenitud de Dios, tanto como en
existencia eterna y gloriosa. (Juan 1: 1-3). Es verdad, bendita y gloriosa
verdad que nos manifestó la gloria del Dios Padre, pero no añadió nada a Dios.
Él mismo lo declara explícitamente y sin apelación y sin apelación posible al
decir: “Mi bien a ti no aprovecha” Salmos 16: 2). Todo este salmo es de Cristo.
La bondad o justicia de Cristo aprovechó a sus santos en la tierra, (Salmos 16:
3), pero Dios estaba por encima y más allá de todo ello, pues es “El Bendito”
(Marcos 14: 61).
Es absolutamente cierto que Dios es honrado y
deshonrado por los hombres; no en su Ser substancial, sino en su carácter
oficial. Es igualmente cierto que Dios ha sido “glorificado” por la creación,
la providencia y la redención. Esto no lo negamos, ni nos atrevemos a hacerlo.
Pero todo ello tiene que ver con su Gloria manifestativa, y nuestro
reconocimiento de ella. Con todo si Dios así lo hubiera deseado, habría podido
continuar solo por toda la eternidad, sin dar a conocer su gloria a criatura
alguna. El que lo hiciera así o no, fue determinado solamente por su propia
voluntad. Él era perfectamente Bendito en si mismo antes de que la primera
criatura fuera creada, o llamada a la vida. Y, ¿Qué son para Dios todas las
obras de sus manos, incluso ahora? Dejemos otra vez que la Escritura conteste.
“He aquí que las naciones son reputadas como
la gota de un acetre, y como el orín del peso; he aquí que Él hace desaparecer
las islas como polvo. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales
para el sacrificio. Como nada son todas las gentes delante de Él; y en su
comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es. “¿A qué pues
haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40: 15-18). Este
es el Dios de la Escritura; sí, todavía es “El Dios desconocido” (Hechos 17:
23) para las multitudes descuidadas. “Él está sentado sobre todo el globo de la
tierra, cuyos moradores son como langostas; Él extiende los cielos como una
cortina, los tiende como una tienda para morar; Él torna en nada los poderosos,
y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana”. (Isaías 40: 22-23). ¡Cuan
infinitamente distinto es el Dios de la Escritura del “dios” de los pulpitos
corrientes de lo contemporáneo.
El testimonio del Nuevo Testamento no difiere
nada del que hallamos en el Antiguo: no podría ser de otro modo, teniendo ambos
el mismo Autor. También ahí leemos: “La cual a su tiempo mostrará el Bienaventurado
y solo Poderoso, Rey de reyes, y Señor de señores; quien sólo tiene
inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha
visto ni puede ver; al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén. (1ª
Timoteo 6: 15-16). El tal debe ser reverenciado, glorificado y adorado. Él está
solo en su majestad, es único en su excelencia, incomparable en sus
perfecciones. Él lo sostiene todo, pero, en sí mismo, es independiente de todo.
Él da a todos pero no es enriquecido por nadie.
Un Dios tal no puede ser conocido mediante la
investigación; Él sólo puede ser conocido tal como el Espíritu Santo lo revela
al corazón, por medio de la palabra. Es verdad que la creación revela un
creador, y que los hombres son totalmente “inexcusables”, sin embargo, todavía
tenemos que decir con Job: “He aquí, estas son partes de sus caminos; ¡más cuan
poco hemos oído de Él¡ Porque el estruendo de sus fortalezas, ¿Quién lo
detendrá”? (Job 26: 14). Creemos que le llamado argumento según su designio,
usado por algunos “Apologistas” sinceros, ha producido mucho más daño que
beneficio, ya que han intentado bajar al Gran Dios al nivel de la comprensión
finita, y de este modo se ha perdido de vista su excelencia única.
Se ha trazado una analogía con el salvaje que
encuentra un reloj en la selva, quien después de un examen detenido, deduce que
existe un relojero. Hasta aquí esta muy bien. Pero intentemos ir más lejos:
supongamos que el salvaje trata de formarse una concepción de este relojero,
sus afectos personales y maneras su disposición, conocimiento y carácter moral;
todo lo que en conjunto forma una personalidad. ¿Podría nunca pensar o imaginar
un hombre real; al hombre que fabrico el reloj, y decir: “Yo le conozco?” Tal
pregunta parece Fútil pero, ¿Está el Dios eterno e infinito mucho más al
alcance de la razón humana? Ciertamente, no. El Dios de la Escritura puede ser
conocido solamente por aquellos a los cuales Él mismo se da a conocer.
Tampoco el intelecto puede conocer a Dios.
“Dios es espíritu” (Juan 4: 24), y, por lo tanto, sólo puede ser conocido
espiritualmente. El hombre caído no es espiritual, sino carnal. Está muerto a
todo lo que es espiritual. A menos que nazca de nuevo, que sea llevado
sobrenaturalmente de la muerte a la vida, milagrosamente trasladado de las
tinieblas a la luz, no puede ver las cosas de Dios (Juan 3: 3), y mucho menos
entenderlas (1ª Cor. 2: 14). El Espíritu Santo ha de resplandecer en nuestros
corazones (no en el intelecto) para darnos “el conocimiento de la gloria de
Dios en la faz de Jesucristo” (2ª Cor. 4: 6). E incluso el conocimiento
espiritual es solamente fragmentario. El alma regenerada ha de creer en la
gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (2ª Ped. 3: 18).
La oración y propósito principal de los
Cristianos ha de ser el 2andar como es digno del Señor, agradándole en todo,
fructificando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col.
1: 10).
(2)
A.
Aunque Dios sabe todo lo que pudiera o puede pasar en todas las condiciones que
se puedan suponer: 1 S. 23:11, 12; Mt.
11:21, 23; Hch. 15:18.
B.
Sin embargo nada ha decretado porque lo previera como futuro o como aquello que
había de suceder en dichas condiciones: Is.
40:13, 14; Ro. 9:11-18; 11:34; 1 Co. 2:16.
(3)
A.
Por el decreto de Dios, para la manifestación de su gloria, algunos hombres y
ángeles son predestinados, o preordenados, a vida eterna por medio de
Jesucristo, para alabanza de la gloria de su gracia: 1 Ti. 5:21; Mt. 25:34; Ef. 1:5, 6.
B.
A otros se les deja actuar en su pecado para su justa condenación, para
alabanza de la gloria de su justicia: Jun
12:37-40; Ro. 9:6-24; 1 P. 2:8-10; Jud. 4.
DEFINICIÓN DE LOS DECRETOS DE DIOS
“Y sabemos que
Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a
los que son llamados conforme a su propósito” (Rom. 8:28) “conforme al
propósito eterno que realizó en Cristo Jesús, nuestro Señor”. (Efe. 3:11) EL
decreto de Dios es su propósito o su determinación respecto a las cosas
futuras. Aquí hemos usado el singular, como hace la Escritura, porque sólo hubo
un acto de su mente infinita acerca del futuro.
Nosotros
hablamos como si hubiera habido muchos, porque nuestras mentes sólo pueden
pensar en ciclos sucesivos, a medida que surgen los pensamientos y ocasiones; o
en referencia a los distintos objetos de su decreto, los cuales, siendo muchos,
nos parece que requieren un propósito diferente para cada uno. Pero el
conocimiento Divino no procede gradualmente, o por etapas: (Hech. 15:18;).
“Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras”
Las Escrituras
mencionan los decretos de Dios en muchos pasajes y usando varios términos. La
palabra “decreto” se encuentra en el Sal. 2:7, (Yo publicaré el decreto;). En
Efe. 3:11, leemos acerca de su “determinación eterna”. En Hech. 2:23, de su
“determinado consejo y providencia”. En Efe. 1:9, el misterio de su “voluntad”.
En Rom. 8:29, que él también “predestinó”. En Efe. 1:9, de su “beneplácito”.
Los decretos
de Dios son llamados sus “consejos” para significar que son perfectamente
sabios. Son llamados su “voluntad para mostrar que Dios no está bajo ninguna
sujeción, sino que actúa según su propio deseo, en el proceder Divino, la
sabiduría está siempre asociada con la voluntad, y por lo tanto, se dice que
los decretos de Dios son “el consejo de su voluntad”.
Los decretos
de Dios están relacionados con todas las cosas futuras, sin excepción: todo lo
que es hecho en el tiempo, fue predeterminado antes del principio del tiempo.
El propósito de Dios afectaba a todo, grande o pequeño, bueno o malo, aunque
debemos afirmar que, si bien Dios es el Ordenador y controlador del pecado, no
es su Autor de la misma manera que es el Autor del bien.
El pecado no
podía proceder de un Dios Santo por creación directa o positiva, sino solamente
por su permiso, por decreto y su acción negativa. El decreto de Dios es tan
amplio como su gobierno, y se extiende a todas las criaturas y eventos. Se
relaciona con nuestra vida y nuestra muerte; con nuestro estado en el tiempo y
en la eternidad.
De la misma
manera que juzgamos los planos de un arquitecto inspeccionando el edificio
levantado bajo su dirección, así también, por sus obras, aprendemos cual es
(era) el propósito de Aquel que hace todas las cosas según el consejo de su
voluntad. Dios no decretó simplemente crear al hombre, ponerle sobre la tierra,
y entonces dejarle bajo su propia guía incontrolada; sino que fijó todas las
circunstancias de la muerte de los individuos, y todos los pormenores que la
historia de la raza humana comprende, desde su principio hasta su fin.
No decretó
solamente que debían ser establecidas leyes para el gobierno del mundo, sino
que dispuso la aplicación de las mismas en cada caso particular. Nuestros días
están contados, así cómo también los cabellos de nuestra cabeza. (Mat. 10:30).
Podemos entender el alcance de los Decretos Divinos si pensamos en las
dispensaciones de la Providencia en las cuales aquellos son cumplidos. Los cuidados
de la Providencia alcanzan a la más insignificante de las criaturas y al más
minucioso de los acontecimientos, tales como la muerte de un gorrión o la caída
de un cabello. (Mat. 10:30).
Consideremos
ahora algunas de las características de los Decretos Divinos. Son, en primer
lugar, eternos. Suponer que alguno de ellos fue dictado dentro del tiempo,
equivale a decir que se ha dado un caso imprevisto o alguna combinación de
circunstancias que ha inducido al Altísimo a tomar una nueva resolución.
Esto significaría
que los conocimientos de la Deidad son limitados, y con el tiempo va aumentando
en sabiduría, lo cual sería una blasfemia horrible. Nadie que crea que el
entendimiento Divino es infinito, abarcando el pasado, presente y futuro,
afirmará la doctrina de los decretos temporales. Dios no ignora los
acontecimientos futuros que serán ejecutados por voluntad humana; los ha
predicho en innumerables ocasiones, y la profecía no es otra cosa que la
manifestación de su presencia eterna.
La Escritura
afirma que los creyentes fueron escogidos en Cristo antes de la fundación del
mundo (Efe. 1:4), más aun, que la gracia les fue “dada” ya entonces: (2Tim.
1:9). “Fue él quien nos salvó y nos llamó con santo llamamiento, no conforme a
nuestras obras, sino conforme a su propio propósito y gracia, la cual nos fue
dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo”. En segundo lugar, los
decretos de Dios son sabios.
La sabiduría
se muestra en la selección de los mejores fines posibles, y de los medios más
apropiados para cumplirlos. Por lo que conocemos de los Decretos de Dios, es
evidente que les corresponde tal característica. Se nos descubre en su
cumplimiento; todas las muestras de sabiduría en las obras de Dios que son
prueba de la sabiduría del plan por el que se llevan a cabo. Como declara el
salmista: (Sal. 104:24). “¡Cuán numerosas son tus obras, oh Jehová! A todas las
hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas”. Sólo podemos
observar una pequeñísima parte de ellas, pero, como en otros casos, conviene
que procedamos a juzgar el todo por la muestra; lo desconocido por lo conocido.
Aquel que, al
examinar parte del funcionamiento de una máquina, percibe el admirable ingenio
de su construcción, creerá, naturalmente, que las demás partes son igualmente
admirables. De la misma manera, cuando las dudas acerca de las obras de Dios
asaltan nuestra mente, deberíamos rechazar las objeciones sugeridas por algo
que no podemos reconciliar con nuestras ideas (Rom. 11:33).
“¡Oh la
profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del conocimiento de Dios!
¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!" En
tercer lugar, son libres. (Isa. 40:13,14). “¿Quién ha escudriñado al Espíritu
de Jehová, y quién ha sido su consejero y le ha enseñado? ¿A quién pidió
consejo para que le hiciera entender, o le guió en el camino correcto, o le
enseñó conocimiento, o le hizo conocer la senda del entendimiento?”
Cuando Dios
dictó sus decretos, estaba solo, y sus determinaciones no se vieron influidas
por causa externa alguna. Era libre para decretar o dejar de hacerlo, para
decretar una cosa y no otra. Es preciso atribuir esta libertad a Aquel que es
supremo, independiente, y soberano en todas sus acciones. En cuarto lugar, los
decretos de Dios son absolutos e incondicionales. Su ejecución no esta
supeditada a condición alguna que se pueda o no cumplir. En todos los casos en
que Dios ha decretado un fin, ha decretado también todos los medios para dicho
fin.
El que decretó
la salvación de sus elegidos, decretó también darles la fe, (2Tes. 2:13). “Pero
nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del
Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la
santificación del Espíritu y fe en la verdad” (Isa. 46:10); “Yo anuncio lo
porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no ha sido hecho.
Digo: Mi plan se realizará, y haré todo lo que quiero”. Pero esto no podría ser
así si su consejo dependiese de una condición que pudiera dejar de cumplirse. Dios
“hace todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Efe. 1:11).
Junto a la
inmutabilidad e inviolabilidad de los decretos de Dios. La Escritura enseña
claramente que el hombre es una criatura responsable de sus acciones, de las
cuales debe rendir cuentas. Y si nuestras ideas reciben su forma de La Palabra
de Dios, la afirmación de una enseñanza de ellas no nos llevará a la negación
de la otra. Reconocemos que existe verdadera dificultad en definir dónde
termina una y donde comienza la otra. Esto ocurre cada vez que lo divino y lo
humano se mezclan. La verdadera oración está redactada por el Espíritu, no
obstante, es también clamor de un corazón humano.
Las Escrituras
son la Palabra inspirada de Dios, pero fueron escritas por hombres que eran
algo más que máquinas en las manos del Espíritu. Cristo es Dios, y también
hombre. Es omnisciente, más crecía en sabiduría, (Luc. 2:52). “Y Jesús crecía
en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” Es
Todopoderoso y sin embargo, fue (2Cor. 13:4 “crucificado en debilidad”). Es el
Espíritu de vida, sin embargo murió. Estos son grandes misterios, pero la fe
los recibe sin discusión. En el pasado se ha hecho observar con frecuencia que
toda objeción hecha contra los Decretos Eternos de Dios se aplica con la misma
fuerza contra su eterna presciencia. “Tanto si Dios ha decretado todas las
cosas que acontecen como si no lo ha hecho, todos los que reconocen la
existencia de un Dios, reconocen que sabe todas las cosas de antemano.
Ahora bien, es
evidente que si El conoce todas las cosas de antemano, las aprueba o no, es
decir, o quiere que acontezcan o no. Pero querer que acontezcan es
decretarlas”. Finalmente trátese de hacer una suposición, y luego considérese
lo contrario de la misma. Negar los Decretos de Dios sería aceptar un mundo, y
todo lo que con él se relaciona, regulado por un accidente sin designio o por
destino ciego.
Entonces, ¿qué
paz, que seguridad, qué consuelo habría para nuestros pobres corazones y
mentes? ¿Qué refugio habría al que acogerse en la hora de la necesidad y la
prueba? Ni el más mínimo. No habría cosa mejor que las negras tinieblas y el
repugnante horror del ateísmo. Cuán agradecidos deberíamos estar porque todo
está determinado por la bondad y sabiduría infinitas!
¡Cuánta alabanza
y gratitud debemos a Dios por sus decretos! Es por ellos que “Sabemos que Dios
hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que
son llamados conforme a su propósito” (Rom. 8:28). Bien podemos exclamar como
Pablo: “Porque de él y por medio de él y para él son todas las cosas. A él sea
la gloria por los siglos. Amen”. (Rom. 11:36).
(4)
A.
Estos ángeles y hombres así predestinados y preordenados están designados
particular e inalterablemente, y su número es tan cierto y definido que no se
puede aumentar ni disminuir: Mt.
22:1-14; Jun. 13:18; Ro. 11:5, 6; 1 Co. 7:20-22; 2 Ti. 2:19.
(5)
A.
A los humanos que están predestinados para vida, Dios (antes de la fundación
del mundo, según su propósito eterno e inmutable y el consejo secreto y
beneplácito de su voluntad) los ha escogido en Cristo para gloria eterna,
meramente por su libre gracia y Amor: Ro.
8:30; Ef. 1:4-6,9; 2 Ti. 1:9.
B.
Sin que ninguna otra cosa en la criatura, como condición o causa, le moviera a
ello: Ro. 9:11-16; 11:5,6.
ELECCIÓN INCONDICIONAL
Cuando
se utilizan los términos Predestinación o elección Divina, muchas personas se estremecen;
y se imaginan al hombre aprisionado en las garras de un Destino horrible e
impersonal. Otros –aun algunos los que creen en la doctrina- piensan que esto
está muy bien pero para las aulas de teología, pero que no tiene por qué
mencionarse desde el púlpito. Preferirían que la gente lo estudiara en secreto
en su propia casa.*
Una
actitud tal no es bíblica y se origina en la falta de conocimiento de la que la
Biblia dice acerca de la elección. Porque la elección, lejos de ser una
doctrina horrible, si se entiende bíblicamente, es quizás la mejor enseñanza,
la más cálida y más alegre de toda la Biblia. Esta hará que el cristiano alabe
a Dios y le agradezca su bondad al salvarlo gratuitamente, ya que como pecador
lo que merecía era el infierno.
* Como la
predestinación está asociada tan íntimamente con Juan Calvino, es muy
instructivo ver la actitud humilde, piadosa y temerosa de Dios que el
reformador tuvo hacia el tema. Fue tan deliciosamente bíblica y humana, que lo
he citado extensamente en la parte final del estudio.
A fin
de entender lo que la Biblia dice acerca de la elección divina, examinémosla
bajo los siguientes aspectos:
I. Lo
qué es.
II. Base
bíblica.
I. LO QUE ES
Para
poder entender claramente lo que es la elección incondicional, ayudará el
conocer el significado de algunos términos:
A. PREDETERMINACIÓN.
Predeterminación
significa el plan soberano de Dios, por medio del cual éste decide todo lo que
va a suceder en el universo entero. Nada sucede en este mundo por casualidad.
Dios está detrás de todas las cosas. Él decide y hace que las cosas sucedan. No
se sitúa al margen, temiendo quizá lo que pueda suceder a continuación. No, Él
ha predeterminado todas las cosas “según el designio de su voluntad” (Ef.
1.11): el movimiento de un dedo, el pálpito del corazón, la risa de una niña,
el error de una mecanógrafa-incluso el pecado. (Vea Gn. 45.5-8; Hch. 4.27-28; y
el cap. 6 de este libro.)
B. PREDESTINACIÓN.
La
predestinación es parte de la predeterminación. En tanto que la
predeterminación se refiere a los planes que Dios tiene para todas las cosas
que suceden, la predestinación es la parte de la predeterminación que se
refiere al destino eterno del hombre: cielo o infierno. La predestinación se
compone de dos partes: elección y reprobación. La elección tiene que ver con
los que van al cielo, y la reprobación con los que van al infierno.
C. ELECCIÓN INCONDICIONAL.
Para
entender este término, consideramos cada palabra:
1.
Elección. Todos sabemos que es una elección nacional: escoger entre candidatos a
uno para que sea presidente. Elegir significa escoger, seleccionar, optar. La
elección divina significa que Dios escoge a algunos para que vayan al cielo. A
otros los pasa por alto y éstos irán al infierno.
2.
Incondicional. Una elección condicional es una elección que está
condicionada por algo que hay en la persona que es elegida. Por ejemplo, todas
las elecciones políticas son elecciones condicionales, la selección del votante
está condicionada por algo que el candidato es o ha prometido.
Algunos
candidatos prometen el cielo si son elegidos. Otros prometen solamente ser
buenos representantes y hacer todo lo que crean mejor. Otros apelan al hecho de
que son de un grupo determinado o de una clase social determinada. Así pues las
elecciones humanas son siempre elecciones condicionales, ya que la decisión del
votante se basa en las promesas e índole del que va a ser elegido.
Pero,
por sorprendente que pueda parecer, la elección divina es siempre elección
incondicional. Dios nunca basa su elección en lo que el hombre piensa, dice,
hace o es. No sabemos en qué basa Dios su selección, pero no es algo que esté
en el hombre. No es que ve algo bueno en un hombre específico, algo que induce
a Dios a decidir elegirlo.
¿Y no
es esto maravilloso? Supongamos que la elección que Dios hace para el cielo se
basara en algo que teníamos que ser o pensar o hacer. ¿Quién se salvaría
entonces? ¿Quién podría presentarse delante de Dios y decirle que ha hecho
alguna vez algo siquiera por un instante, que fuera realmente bueno en el
sentido más profundo de esta palabra? Todos nosotros estamos muertos en
nuestros pecados y transgresiones (EF. 2).
No
hay nadie que haga el bien, nadie (Ro. 3) Si la elección de Dios se basara en
una sola cosa buena que se encuentra en nosotros, entonces nadie sería elegido.
Entonces nadie iría al cielo; todos irían al infierno. Porque nadie es bueno.
Por lo tanto, agradezcamos a Dios su elección incondicional.
Para
dejar bien claro lo que quiere decir elección incondicional, es necesario
referirse al arminianismo. No me agrada tener que hacerlo, porque puede parecer
que sea enemigo de los arminianos. Por el contrario, creo que los arminianos
pueden ser cristianos nacidos de nuevo. * Ellos creen que hay un Dios
trino, que Jesús es Dios, y que murió por los pecados del hombre, sostienen la
salvación por la fe sola y no por las obras. Por consiguiente, todos los
verdaderos creyentes los que confían en Jesús como salvador suyo deberían
sentirse en verdadera comunión cristiana con los arminianos. Son uno en Cristo.
Aunque
los arminianos son cristianos sinceros, están completamente equivocados
respecto a las siguientes doctrinas de depravación total, elección
incondicional, expiación limitada, gracia irresistible y perseverancia de los
santos. Y la única razón por la que mencionamos el arminianismo es para mostrar
con mayor claridad las enseñanzas bíblicas.
* El
arminianismo recibió el nombre del teólogo Holandés, Jacobus Arminius, quien
vivió de 1560 a 1609. Desarrolló los Cinco Puntos del Arminianismo, contra los
cuales se pronunció el concilio de la iglesia de Dort (Holanda) en 1618-19.
Porque
lo blanco nuca es tan blanco como cuando se contrapone a lo negro. Así también,
las verdades bíblicas del Calvinismo nunca se ven tan claras como cuando se le
contrapone a las ideas erróneas del arminianismo. De esta manera, no es sino
con renuencia que menciono tanto al arminianismo, pero lo hacemos por amor y
aprecio por ellos. Simplemente deseamos presentar el gozo pleno de la fe
cristiana que no sea oscurecido con la idea errónea de la elección condicional.
Según
el Arminiano, la elección divina y si creen en la elección es incondicional.
Creen que Dios prevé quien creerá en Cristo, y entonces, basado en ese
conocimiento previo, Dios decide elegir a los creyentes para el cielo. Creen
que a veces el hombre natural y no regenerado posee suficiente bondad en sí
mismo para que, si el Espíritu Santo lo ayuda, desee elegir a Jesús. El hombre
elige a Dios, y entonces Dios elige al hombre. La elección de Dios queda
condicionada por la elección del hombre. El Arminiano, pues enseña la elección
condicional; en tanto que el calvinista enseña la elección incondicional.
II. BASE BÍBLICA
Los
Cinco Puntos del Calvinismo están íntimamente ligados entre sí. El que acepta
uno de los puntos aceptará los demás. La elección incondicional se desprende
necesariamente de la depravación total.
Si
los hombres son totalmente depravados y sin embargo, algunos se salvan,
entonces es obvio que la razón de que algunos se salven y otros se pierdan
descansa enteramente en Dios. Todo el género humano continuaría perdido si
quedara abandonado a sí mismo y Dios no escogiera a algunos para que se
salvaran. Porque por naturaleza el hombre está espiritualmente muerto (Ef. 2) y
no sólo enfermo. No posee en sí mismo ni vida ni bondad espirituales. No puede
hacer nada que sea verdaderamente bueno nada, ni siquiera entender las cosas de
Dios y de Cristo, y mucho menos desear a Cristo o la salvación.
Sólo
cuando el Espíritu Santo regenera al hombre tener fe en Cristo y ser salvo. Por
consiguiente, si la depravación total es bíblicamente verdadera, entonces la fe
y la salvación consiguiente se dan sólo cuando el Espíritu Santo actúa por
medio de la regeneración. Y la decisión respecto a que a qué personas serán
objeto de su acción debe pertenecer por completo, ciento por ciento, a Dios, ya
que el hombre, como está espiritualmente muerto, no puede pedir ayuda. Esto es
elección incondicional: La elección de Dios no depende de nada de lo que el
hombre hace.
A. JUAN 6.37, 39
Jesús
prometió a sus oyentes, “Todo lo que el padre me da, vendrá a mí; y al que a mi
viene, no le hecho fuera, Y ésta es la voluntad del padre, el que me envió: Que
de todo lo que me diere, no pierda yo nada sino que lo resucite en el día
postrero.”
Se ve
muy claramente que aquellos que resucitarán en el último día- todos los
creyentes verdaderos- el Padre se los da a Cristo. Y sólo aquellos que el Padre
a Cristo pueden venir a él. La salvación está por completo en las manos del
Padre. Él es quien se los da a Jesús para que se salven. Una vez que hayan sido
entregados a Jesús, éste se preocupará entonces de que ninguno de ellos se
pierda. Así pues, la salvación depende por completo de que el Padre entregue a
algunos a Cristo. Esto no es más que la elección incondicional.
B. JUAN 15.16.
Cristo
dijo, “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros.”
Si
hay algún texto que señale claramente la elección incondicional es éste. El
Arminiano dice que él escoge a Cristo. Cristo dice, “No, vosotros no me
elegisteis a mí. Al contrario, yo os elegí a vosotros.”
Es
cierto que el cristiano elige a Cristo. Cree en él. Es decisión suya. Y sin
embargo Cristo dice, “No, no me elegisteis vosotros a mí.” La observación
negativa de Cristo es una forma de decir que si bien el cristiano cree a veces
que él mismo es el factor decisivo en elegir a Cristo, la verdad es que en
último término, es Cristo quien escoge al creyente.
Y
entonces después de esto, el creyente elige a Cristo. Nosotros pensamos que
todas las cosas buenas que hacemos en la vida, tal como creer en Cristo las
logramos por nuestros propios medios; pero debemos recordar que Dios es quien
produce en nosotros tanto el querer como el hacer, según su buena voluntad
(Fil. 2.12, 13). Juan lo expresó de otra forma en su primera carta, “Nosotros
le amamos a él, porque él nos amó primero.” El amor de Dios es anterior al amor
del hombre. Este es el amor selectivo de Dios.
C: HECHOS 13.48.
Lucas
informó, “Creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.”
He
aquí otro texto de una claridad total para quienquiera que lea la Biblia sin
nociones preconcebidas acerca de la elección. Lucas cuenta las conversiones
ocurridas en Antioquía donde Pablo y Bernabé habían predicado. Al informar
acerca de los resultados del ministerio de ellos emplea las palabras del texto
citado.
Esto
ha turbado a los arminianos hasta tal punto que sus teólogos han tratado de
retorcer las palabras para hacerlas decir, ”Todos los que creyeron estaban
ordenados para vida eterna”; y el predecesor del unitarianismo, Socino
(1539-1604), de hecho tradujo de esta forma, pero esto violenta totalmente el
texto. Esta traducción armonizaría muy bien con la teoría arminiana según la
cual Dios prevé quiénes van a creer y luego los predetermina. Pero la Biblia
dice exactamente lo contrario: “Creyeron todos los que estaban ordenados para
vida eterna.” La sencillez cabal de este texto es sorprendente.
D. 2 TESALONICENSES 2.13.
El
apóstol Pablo afirmó, “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios
respecto a vosotros, hermanos amados por el señor, de que Dios os haya escogido
desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y
la fe en la verdad.”
Adviértase
ante todo que se dice que el Señor amó a los tesalonicenses. Este es ya amor
selectivo. Este término “amados por” nunca se emplea para el caso del no
creyente, o del mundo, en ninguno de los pasajes de la Biblia. Dios nunca llama
a Judas o al mundo que lo rechaza, “amados por el Señor.” Este término se
reserva para aquellos que aman a Jesús y que han sido salvados por su muerte.
Esto es ya un indicio del amor eterno y selectivo de Dios.
Luego
adviértase que Pablo dice expresamente que Dios escogió a los tesalonicenses,
dando a entender que pasó por alto a otros.
Además,
Pablo escribe que Dios los escogió desde el principio; es decir desde antes de
la fundación del mundo (Ef. 1.4)-desde la eternidad. Alguien dirá, “Seguro que
los escogió desde la eternidad, que preordenó quiénes irían al cielo; pero lo
hizo basado en el conocimiento previo. Dios previó quienes creerían en Cristo y
basado en esto los escogió.”
Esta
forma de razonar pasa por alto la enseñanza clara de Pablo. Pablo no dice que
Dios escogió a los tesalonicenses porque eran santos o creyeron. Al contrario, dice
exactamente lo opuesto. Dios los escogió “para salvación”. Algunas de las
versiones modernas lo traducen “para ser salvados” (Versión Popular). La
salvación viene sólo por fe; de manera que cuando Pablo dice que Dios escogió a
los tesalonicenses “para ser salvados”, esto, desde luego, implica que Dios
eligió darles el único medio para conseguir esa salvación a saber, la fe.
Si
Dios eligiera dar a alguien el resultado sin darles los medios para
conseguirlo, la elección no tuviera significado. Por si hubiera todavía algunos
que dudaran de la que la fe sea un don de Dios y no fruto de los esfuerzos del
hombre (Ef. 2.8), Pablo dice expresamente que Dios los escogió para salvación
“mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. En otras palabras,
salvación, santificación y fe forman un todo que les vino a los tesalonicenses
de parte de Dios. Así pues, 2 Tesalonicenses enseña una elección de Dios que no
depende de nada que haya en el hombre, ni de su santificación ni de su fe. No,
la elección de Dios es incondicional.
E. EFESIOS 1.4-5.
Pablo
dice que Dios padre nos ha bendecido con toda bendición espiritual, “según nos
escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinados para ser adoptados
hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.”
Adviértase
con qué vigor habla Pablo de la elección. Dice que Dios “nos escogió”, no que
nosotros escogimos a Dios. Luego agrega que Dios nos ha “predestinado”. Además,
la elección soberana se subraya más con la afirmación de que Dios nos escogió
en Cristo; es decir, nos escogió no debido a nosotros mismos sino por causa de
Cristo Jesús.
Quizá
algunos arminianos continuarán arguyendo que Dios sí predestinó a algunos, pero
que esto se basó en el conocimiento que Dios tenía de quienes iban a creer. Por
consiguiente, la decisión depende realmente del hombre y no de Dios. Pero
adviértase que Pablo no dice que Dios nos escogió porque somos santos, sino,
para que fuésemos santos y sin mancha. Y la santidad incluye la fe, porque no
hay santidad sin fe. Efesios 1 se opone por completo a lo que dice el
Arminiano, y excluye la elección que se base en algo que haya en el
hombre-obras o fe.
Esta
conclusión se refuerza más cuando Pablo agrega que esta elección y
predestinación fueron “según el puro afecto de su voluntad”. Dios no escogió al
hombre porque previó que hubiera en él algo que valiera la pena, como la fe,
porque entonces hubiera dicho que nos predestinó “según la fe prevista en el
hombre”. Por el contrario, Pablo omite cualquier alusión al hombre y dice que
la razón se encuentra solamente en “el puro afecto” de Dios.
Para
hacer resaltar con más fuerza esta elección soberana de Dios, que no se basó en
nada que exista en el hombre, Pablo agrega la expresión, “de su voluntad”. Esto
no fue necesario para su razonamiento. Había dicho que la elección había sido
según el puro afecto de Dios; esto era suficiente para indicar que la elección
de Dios se basaba en razones que estaban totalmente en el mismo. Pero luego
agrega “de su voluntad”, lo cual indica todavía con más vigor la libertad de la
elección de Dios, el hecho de que la razón hay que buscarla sólo en su
voluntad.
F. ROMANOS 8.29, 30.
Pablo
afirma, a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo…Y a los que predestinó a éstos también llamó;
y a los que llamó, a éstos también justificó: y a los que justificó, a éstos
también glorificó.”
Si
hay algún versículo que parezca apoyar el concepto Arminiano de la
predeterminación basada en el conocimiento previo, es éste. Pero sólo mediante
una lectura superficial se llegaría a esta conclusión. Porque la palabra
traducida en la versión antigua como “antes conoció” es una expresión griega y
hebrea que significa “amar antes”. Cuando la Biblia dice que Adán “conoció” a
Eva, no quiere decir que Adán conoció lo alta que era y la clase de
temperamento que tenía. No, significa que Adán amó a Eva. Y cuando David dice
que Dios “conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá”
(Sal, 1), no dice que Dios conoce al justo y no conoce al malo. Dios conoce
todas las cosas y a todas las personas, incluyendo a los malos. Propiamente
David quiere decir que Dios ama el camino de justo y odia el camino del malo,
al cual castigará.
En
forma semejante, cuando dios dice por medio de Amós, “a vosotros solamente he
conocido de todas las familias de la tierra” (3.2), no niega su omnisciencia,
diciendo que no conoce a nadie más intelectualmente. No se trata de una
metáfora que significa, “de entre todas las familias de la tierra solamente os
he amado a vosotros.”
Del
mismo modo, cuando pablo dice en romanos 8.29, “a los que antes conoció,
también los predestinó”, Pablo utiliza la expresión bíblica de “conocer” en
lugar de “amar” y quiere decir “a los que antes amó, los predestinó.” Si
“conoció” significara aquí sólo conocimiento intelectual, entonces Dios no lo
conocería todo; porque entonces no conocería a los que no ha predestinado para
la justificación y glorificación. Lo que Pablo dice en Romanos 8 es que hay una
cadena áurea de salvación que comienza con el amor eterno y selectivo de Dios y
continua por eslabones irrompibles a través de la predeterminación, el
llamamiento efectivo, la justificación, hasta la glorificación final en el
cielo.
En
lugar de apoyar el punto de vista Arminiano de que la predeterminación se basa
en el conocimiento previo, Romanos 8 está de acuerdo en forma definitiva con el
resto de la Escritura en el sentido de que la predeterminación del creyente se
basa en el amor eterno de Dios. Gracias a Dios de que existe esta cadena
ininterrumpida de salvación. El que cree en Cristo sabe que forma parte de
ella.
G. ROMANOS 9:_6-26.
Todos
los textos mencionados previamente son excelentes para mostrar que Dios no
elige a las personas porque haya algo en ellas que lo atraiga. Pero la
afirmación más espléndida de todas se encuentra en Romanos 9.
El
problema principal de Romanos 9-11 es éste: “¿Cómo pueden los israelitas,
quienes poseyeron todas las bendiciones de Dios en el pasado, estar
espiritualmente perdidos? ¿Ha olvidado Dios sus promesas a Israel?” Pablo
responde con un no rotundo. “No que la palabra de Dios haya fallado” (9.6).
Entonces dedica el resto del capítulo a mostrar que la salvación no se obtiene
porque uno sea descendiente físico de de Abraham, sino que se recibe de la
gracia soberana de Dios. Y esto es lo que deseamos mostrar: El primer indicio
se encuentra en el hecho de que Rom. 9.7 Pablo habla de la elección soberana de
Isaac en lugar de Ismael. Dios habló en forma soberana y selectiva, “en Isaac
te será llamada descendencia.”
Luego
Pablo señala la misma elección soberana en el caso de Jacob y Esaú. Jacob y
Esaú tenían los mismos padres e incluso habían nacido a la vez: eran gemelos.
Sin embargo Dios en forma soberana escogió a Jacob y pasó por alto a Esaú.
Para
mostrar que la elección de Dios no se basó en un conocimiento previo, Pablo
escribe que Dios dio a conocer su elección a Rebeca antes de que nacieran los
mellizos y antes de que hubieran hecho nada, ni bueno ni malo (9.11). “Así fue
dice Pablo, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese,
no por las obras sino por el que llama” (9.11). Dios no escogió a Jacob porque vio
de antemano que sería bueno o creería. La fuente de la elección no se halla en
el hombre, sino en “el que llama”, es decir Dios simplemente afirma, “A. Jacob
amé, mas a Esaú aborrecí” (9.13).
Como
seres humanos quisiéramos preguntar, “¿Pero por qué Dio? Y Dios simplemente
responde reiterando el hecho, “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” y no da
ninguna razón que satisfaga la pregunta inquieta que se hace el hombre.
Pablo
percibe el sentimiento de insatisfacción que sin duda se despertará en la mente
de los que van a escuchar su carta. Percibe que algunos pensarán
espontáneamente, “¿Qué clase de Dios es éste? No es justo amar a uno y
aborrecer a otro incluso antes de que nazcan y antes de que tengan oportunidad
de demostrar lo que son.” Por eso en el versículo siguiente (14) Pablo se
pregunta: “¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios?” Éste es el
meollo: La elección incondicional parece implicar la idea de un Dios injusto y
por consiguiente no puede ser. Así razona el hombre.
Antes
de que pasemos a examinar la respuesta de Pablo ante tal acusación,
reflexionemos un momento en el hecho de que esta misma pregunta que Pablo se
hace presupone la elección incondicional. La cuestión de la injusticia en Dios
nunca, nunca se suscita dentro de la teoría arminiana. Porque según el
Arminiano, Dios no elige arbitrariamente, ya que prevé quién será bueno o malo,
o quién creerá. La elección de Dios se basa en algo que el hombre hace o cree.
Su predeterminación es completamente justa; se decide sobre los méritos del hombre.
La
acusación de injusticia hecha a Dios se suscita sólo si la elección es
incondicional; porque al hombre le parece necio hablar de un Dios bueno y justo
que simplemente escoge a Jacob y pasa por alto a Esaú, especialmente cuando
Jacob no es mejor que Esaú, ni tiene más méritos que él. Esto es una locura,
piensa. Dios debe ser injusto.
Por
consiguiente, el hecho mismo de que Pablo plantee la pregunta acerca de la
injusticia presupone que habla acerca de la elección incondicional. Según la
teoría arminiana de la elección incondicional, no habría posibilidad de
plantear el problema de la injusticia. Pero Pablo lo hace, con lo que demuestra
que está enseñando la elección incondicional.
La
respuesta de la palabra infalible de Dios a la pregunta de Pablo no es
retractar lo dicho respecto a la soberanía de la elección de Dios, ni tratar de
ofrecer una explicación racional al hombre que duda. Pablo simplemente afirma
“En ninguna manera.” Ni se atrevan a decir o a pensar que Dios es injusto. No
lo es. Es un Dios bueno y santo, y jamás es injusto.
Quizá
no lo podemos entender todo aquí. Después de todo, sólo somos humanos; no somos
Dios. ¿Acaso puede sorprender que siendo pecadores y mezquinos no entendamos
todo lo que se refiere a Dios? ¿Acaso sus caminos no son más elevados que los
nuestros tanto como el firmamento infinito está muy por encima de la tierra?
Incluso
Pablo afirma de otra forma la elección incondicional por parte de Dios con una
expresión del Antiguo testamento. “Tendré misericordia del que yo tenga
misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (9.15). Y más adelante
dice, “de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer,
endurece” (9.18) Según la Biblia, la elección depende en forma exclusiva de
Dios. Es libre de amar al que quiera y pasar por alto al que quiera, no debido
a lo bueno o malo que haya en el hombre, sino por sus propias buenas razones.
Sería
posible considerar como suficientes las pruebas alegadas en cualquiera de los
numerosos puntos mencionados en Romanos 9. Pablo ha demostrado en forma
concluyente que la salvación no del que actúa, sino del que llama, y que la
elección es incondicional. No hace falta proseguir con otros argumentos. Y sin
embargo parece como si Pablo tuviera en mente a los arminianos cuando escribió
el versículo 16. Porque Pablo lo dice en forma tan inequívoca que no puede
haber ningún mal entendido, “Así que no depende del hombre que quiere, desea o
decide; ni tampoco del que corre. Depende exclusivamente de Dios quien tiene
misericordia.
Si
todavía hay alguien que dude de estas afirmaciones explícitas de la Biblia de
que nuestra salvación está totalmente en manos de Dios, y que no depende ni en
lo más mínimo del que quiere o del que corre, que lea una y otras vez Romanos
9.16. Porque ésta es la Palabra de Dios.
(6)
A.
Así como Dios ha designado a los escogidos para la gloria, de la misma manera,
por el propósito eterno y libérrimo de su voluntad, ha preordenado todos los
medios para ello: 1 P. 1:2; 2 Ts. 2:13;
Ef. 1:4; 2:10.
B.
Por lo tanto, los que son escogidos, habiendo caído en Adán, son redimidos por
Cristo: 1 Ts. 5:9, 10; Tit. 2:14.
C.
Eficazmente llamados a la fe en Cristo por su Espíritu obrando a su debido
tiempo, son justificados, adoptados, santificados: Ro. 8:30; Ef. 1:5; 2 Ts. 2:13.
C.
guardados por su poder, mediante la fe, para salvación: 1 P. 1:5.
D.
nadie más es redimido por Cristo, o eficazmente llamado, justificado, adoptado,
santificado y salvado, sino solamente los escogidos: Jun. 6:64,65; 8:47; 10:26; 17:9; Ro. 8:28; 1 Jun. 2:19.
(7)
A.
La doctrina del profundo misterio de la predestinación debe
tratarse con especial prudencia y cuidado: Dt.
29:29; Ro. 9:20; 11:33.
B:
Para que los hombres, al ocuparse de la voluntad de Dios revelada en su Palabra
y, al obedecerla, puedan, por la certidumbre de su llamamiento eficaz, estar
seguros de su elección eterna: 1 Ts.
1:4, 5; 2 P. 1:10.
C.
De este modo, esta doctrina proporcionará motivo de alabanza, reverencia y
admiración a Dios: Ef. 1:6; Ro. 11:33.
D.
Y de humildad: Ro. 11:5, 6,20; Col.
3:12.
E.
Y diligencia: 2 P. 1:10.
F.
Y abundante consuelo a todos los que sinceramente obedecen al evangelio: Lc. 10:20.
EN LA PREDESTINACIÓN TODOS OBTIENEN LO QUE DESEAN.
A
veces la gente se queja de que la predestinación es una doctrina dura que
obliga a la gente a hacer lo que no quiere hacer. Dicen que si desearan creer,
no podrían, a no ser que Dios los hubiera predestinado; y si desearan no creer,
Dios los iba a obligar ir al cielo. Así pues, ¿de qué sirve el creer?
Debe
decirse con toda firmeza que todos consiguen precisamente lo que desean. Para
decirlo en la forma más brusca posible: Los condenados están contentos de estar
en el infierno. Nadie está en el infierno en contra de su voluntad. Todos los
que están ahí están contentos de ello.
No
interprete mal esa afirmación. Los condenados saben que después de la muerte
todos van o al cielo o al infierno. No les gusta el infierno, pues de lo
contrario no sería infierno
*Tampoco
Dios posee voluntad libre, Dios no puede escoger hacer el mal, porque es sólo
bien.
No
les gusta el infierno, pues de lo contrario no sería infierno. Es el lugar
donde los gusanos nunca mueren y donde le fuego nunca se apaga. En el infierno
sólo hay agonía eterna. Es infernal. De manera que a los condenados no les
gusta estar ahí. Pero hay algo que odian más que ese mismo tormento: a Dios
Padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo.
El
último lugar en ele que quisieran estar es en el cielo. No pueden digerir la
idea de arrepentirse de sus pecados y de amar a Dios y a los demás más que a sí
mismos. No desean estar en el infierno, pero cuando saben que la alternativa
del infierno es ir al cielo con corazón puro, prefieren permanecer en el
infierno. Es pues, cierto que todos consiguen lo que desean: Los cristianos
están contentos de estar con Dios, y los condenados están contentos de no estar
con Dios.
Cuántas
veces el no cristiano se queja de la enseñanza de la predestinación, suele ser
una racionalización hipócrita de su rechazo de Cristo. Yo preguntaría:
¿Qué
desea? ¿Está arrepentido de sus pecados? ¿Confía en Cristo como Salvador? ¿Ama
a Dios y desea ir al cielo? Si la respuesta es sí, entonces debería saber que
es cristiano. Ya ha creído. Y “al que a mí viene, no le hecho fuera”, dice
Jesús. Tiene lo que desea.
Si
responde que no a esas preguntas, entonces preguntaría, “¿Por qué se queja?
Tiene todo lo que desea. No desea a Cristo, no desea el cielo. Bien, tiene exactamente
lo que desea.”
VENTAJAS PRÁCTICAS
Estas
enseñanzas bíblicas acerca de la elección son difíciles de entender. Si alguien
sigue dudando de ellas, debería recordar que la salvación no depende de creer
todo lo que la Biblia dice acerca de la elección incondicional. Podemos tener
confusión de ideas e incluso negar algunas verdades bíblicas, y sin embargo ser
salvos. La salvación no depende de poseer el conocimiento de un teólogo.
Depende sólo de si uno ha puesto verdaderamente la confianza en Jesucristo para
que lo salve de sus pecados. Por consiguiente, tanto los arminianos como los
calvinistas que se arrepienten de sus pecados y acuden a Cristo para conseguir
la salvación irán al cielo.
Pero
si yo fuera Arminiano, desearía saber con certeza lo que dice la Biblia acerca
de la elección; porque es innegable que el Arminiano pierde mucho de la riqueza
de la vida cristiana debido a sus puntos de vista. Véase como ocurre esto de
estas dos formas:
A. ALABANZA AGRADECIMIENTO A DIOS.
Si
uno cree que Cristo murió por sus pecados y que con la ayuda parcial del
Espíritu santo ha llegado a esa convicción, estará sumamente agradecido con
Dios. Pero suponga que, además de estar agradecido con Cristo por haber muerto
en la cruz por usted, cayera en la cuenta de que nunca hubiera amado a Jesús a
no ser que él lo hubiera amado primero, que nunca lo hubiera elegido a no ser
que el lo hubiera elegido a no ser que el le hubiera dado fe en ÉL.
Entonces
lo amaría mucho más. Su humildad sería mucho mayor porque sabría que ni es
suficientemente bueno para distinguir algo bueno que está ante sus ojos. Su
agradecimiento sería mucho mayor porque tendría mucho más de que estar
agradecido. Su decisión de vivir una vida mejor sería mucho más firme porque habría
más razones por las que estar agradecido. Cuán bueno es Dios no sólo en
perdonarnos los pecados sino también en darnos fe en Cristo de modo que podamos
conseguir el perdón de los pecados. ¡Que bueno es Dios¡
B. LA CONFIANZA DE SER SALVO.
Si en
último término nuestra salvación dependiera de nuestra libre voluntad de
aceptar a Cristo, y si dios suministrara la expiación vicaria de Cristo, pero
no nuestra fe, entonces estaríamos en una condición deplorable. Pensemos en
esto - ¡que el seguir siendo cristianos o no, dependiera de nosotros¡ ¡Qué
pensamientos tan terrible¡ ¿La salvación depende de nosotros, quienes por
naturaleza estamos corrompidos y no amamos a Dios? ¿De nosotros, que como
cristianos todavía tenemos al hombre viejo en nosotros? ¿De nosotros, quienes
dudamos, vacilamos, y pecamos? ¿La salvación depende de nosotros? Oh, no, que
no sea así. Creo hoy, pero quizá mañana no creeré.
Quizá
sucumbiré ante los deseos pecaminosos en vez de seguir fiel a Cristo. Quizá mis
profesores escépticos me convencerán de que la Biblia no es la verdad. Éstas
pueden ser las turbaciones del que piensa que en último término su fe depende
fundamentalmente de sí mismo y que no la ha recibido de Dios.
Pero
el calvinista sabe que toda su salvación depende de Dios y no de sí mismo. Sabe
que no sólo Cristo murió por sus pecados, sino también que Dios le dio la fe.
Sabe que el que ha comenzado la buena obra en él la continuará hasta el día del
juicio (Fil. 1.6) Así pues, el Arminiano no puede poseer el gozo y consuelo de
salvación porque hace descansar su fe en sí mismo y no en Dios.
Alabemos
a Dios, de quien provienen todas las bendiciones, incluyendo la fe, que es el
medio de garantizar las bendiciones de la expiación de Cristo. Alabemos a Dios
por su amor selectivo.
MEDITANDO SOBRE DIOS
“¿Alcanzarás
tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más
alto que los cielos: ¿qué harás? Es más profundo que el infierno: ¿cómo lo
conocerás? Su dimensión es más larga que la tierra, y más ancha que la mar” (Job
11:7-9). En los estudios anteriores, hemos observado algunas de las admirables
y preciosas perfecciones del carácter Divino.
Después de
esta meditación sencilla y deficiente de sus atributos, ha de ser evidente para
todos nosotros que Dios es, en primer lugar, un ser incomprensible, y,
maravillados ante su infinita grandeza, nos vemos obligados a usar las palabras
de Sofar: “¿Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del
Todopoderoso? Es más alto que los cielos: ¿qué harás? Es más profundo que el
infierno: ¿cómo lo conocerás? Su dimensión es más larga que la tierra, y más
ancha que la mar” Cuando dirigimos nuestro pensamiento a la eternidad de Dios,
a su ser inmaterial, su omnipresencia y su omnipotencia, nos sentimos
anonadados.
Pero la
imposibilidad de comprender la naturaleza Divina no es razón para desistir en
nuestros esfuerzos reverentes y devotos para entender lo que tan benignamente
ha revelado Dios de sí mismo en su Palabra. Sería locura el decir que, porque
no podemos adquirir un conocimiento perfecto es mejor no esforzarnos en
alcanzar parte.
‘Nada aumenta
tanto la capacidad del intelecto y del alma humana como la investigación
devota, sincera y constante del gran tema de la Divinidad. El más excelente
estudio para desarrollar el alma es la ciencia de Cristo crucificado y el
conocimiento de la divinidad en la gloriosa Trinidad”. Citando a C. H.
Spurgeon, este gran predicador bautista del siglo pasado, diremos que:
“El estudio
propio para el cristiano es el de la Divinidad: La ciencia más elevada, la
especulación más sublime y la filosofía más importante en la que el hijo de
Dios puede ocupar su atención es el nombre, la naturaleza, la persona, la obra
y la existencia del gran Dios al que llama Padre.” En la meditación de la Divinidad
hay algo extremadamente beneficioso para la mente. Es un tema tan vasto, que
hace que nuestros pensamientos se pierdan en la inmensidad; tan profundo, que
nuestro orgullo queda ahogado.
Podemos
comprender y dominar otros temas; al hacerlo, nos sentimos satisfechos,
decimos: He aquí soy sabio, y seguimos nuestro propio camino. Sin embargo, nos
acercamos a nuestra ciencia magistral y nos damos cuenta que nuestra plomada no
alcanza su profundidad, y que nuestros ojos de lince no pueden llegar a su altura,
nos alejamos pensando: Nosotros somos de ayer, y no sabemos, (Mal. 3:6). Sí,
nuestra incapacidad para comprender la naturaleza divina debería enseñarnos a
ser humildes, precavidos y reverentes.
Después de
toda nuestra búsqueda y meditación, hemos de decir como Job: “He aquí, éstas
son partes de sus caminos; ¡mas cuán poco hemos oído de él!” (Job 26:14).
Cuando Moisés imploró que le mostrara su gloria, él le respondió: “Yo
proclamaré el nombre de Jehová delante de ti” (Exo. 33:19), y, como alguien ha
dicho, “el nombre es el conjunto de sus atributos”.
Podemos
dedicarnos por completo al estudio de las diversas perfecciones por las cuales
el Dios nos descubre su propio ser, atribuírselas todas, aunque tengamos
todavía concepciones pobres y defectuosas de cada una de ellas. Sin embargo, en
tanto que nuestra comprensión corresponde a la revelación que él nos
proporciona de sus varias excelencias, tenemos una visión presente de su
gloria.
En verdad, la
diferencia entre el conocimiento que de Dios tienen los santos en esta vida y
el que tendrán en el cielo es grande; con todo, ni el primero ha de ser
desestimado, ni el segundo exagerado. Es cierto que la Escritura declara que le
“veremos cara a cara” y que “conoceremos como somos conocidos” (1Cor. 13:12).
Pero deducir
de esto que entonces conoceremos a Dios como él nos conoce a nosotros es
dejarnos seducir por la mera apariencia de las palabras, y prescindir de la
limitación que ellas mismas imponen necesariamente en tema como éste.
Hay una gran
diferencia entre decir que los santos serán glorificados, y que serán hechos
divinos. Los cristianos, aún en su estado de gloria, serán criaturas finitas,
y, por lo tanto, incapaces de comprender completamente al Dios infinito. “En el
cielo, los santos verán a Dios con ojos espirituales, por cuanto El será
siempre invisible al ojo físico; le verán más claramente de como le veían por
la razón y la fe, y más extensamente de lo que han revelado hasta ahora sus
obras y dispensaciones; pero la capacidad de sus mentes no serán aumentadas
hasta el punto de poder contemplar a la vez y en detalle toda la excelencia de
su naturaleza.
Para
comprender la perfección infinita sería necesario que fuesen infinitos. Aún en
el cielo su conocimiento será parcial; sin embargo, su felicidad será completa
porque su conocimiento será perfecto, en el sentido de que será el adecuado a
la capacidad del ser, aunque no agote la plenitud del fin, creemos que será
progresivo, y que, a medida que su visión se desarrolle, su bienaventuranza
aumentará también; pero nunca alcanzará un límite más allá del cual no hay nada
más por descubrir; y, cuando los siglos hayan transcurrido, él será todavía el
Dios incomprensible.
En segundo
lugar, en el estudio de las perfecciones de Dios se pone de manifiesto que es
todo suficiente. Lo es en sí y para sí mismo. El primero de todos los seres no
podía recibir cosa alguna de otro. Siendo infinito, está en posesión de toda
perfección posible.
Cuando el Dios
trino estaba sólo, él era el todo para sí. Su entendimiento, amor y energía
estaban dirigidos a sí mismo. Si hubiese necesitado algo externo, no hubiese
sido independiente, y, por tanto, no hubiese sido Dios. Creó todas las cosas
“para él” mismo (Col. 1:16). Con todo, no lo hizo para suplir alguna necesidad
que pudiera tener, sino para transmitir la vida y la felicidad a los ángeles y
a los hombres, y para admitirles a la visión de Su propia gloria. Verdad es que
exige la lealtad y la devoción de sus criaturas inteligentes; sin embargo, no
se beneficia de su servicio, antes al contrario, son ellas las beneficiadas
(Job 22:2,3).
Dios usa
medios e instrumentos para cumplir sus propósitos, no porque su poder sea
insuficiente, sino, a menudo, para demostrarlo de modo más sorprendente a pesar
de la debilidad de los instrumentos. La absoluta suficiencia de Dios hace de El
objeto supremo de nuestras aspiraciones. La verdadera felicidad consiste
solamente en el disfrute de Dios. Su favor es vida, y su cuidado es mejor que
la vida misma.
“Mi parte es
Jehová, dijo mi alma; por tanto en él esperaré” (Lam. 3:24); la percepción de
su amor, su gracia y su gloria es el objeto principal de los deseos de los
santos, y el manantial de sus más nobles satisfacciones. Muchos dicen: “¿Quién
nos mostrará el bien?” Haz brillar sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu
rostro. Tú has dado tal alegría a mi corazón que sobrepasa a la alegría que
ellos tienen con motivo de su siega y de su vendimia.” (Sal. 4:6-7).
Sí cuando el
cristiano está en su cabal juicio, puede decir: “Aunque la higuera no florezca
ni en las vides haya fruto, aunque falle el producto del olivo y los campos no
produzcan alimento, aunque se acaben las ovejas del redil y no haya vacas en
los establos; con todo, yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi
salvación” (Hab. 3:17-18).
En tercer
lugar, en el estudio de las perfecciones de Dios resalta el hecho de que El es
Soberano Supremo del universo. Alguien ha dicho, con razón, que, “ningún
dominio es tan absoluto como el de la creación. Aquél que podía no haber hacho
nada, tenía el derecho de hacerlo todo según su voluntad.
En el
ejercicio de su poder soberano hizo que algunas partes de la creación fueran
simple materia inanimada, de textura más o menos refinada, de muy diversas
cualidades, pero inerte e inconsciente. El dio a otras organismo, y las hizo
susceptibles de crecimiento y expansión, pero, aún así, sin vida en el sentido
propio de la palabra. A otras les dio, no sólo organismo, sino también
existencia consciente, órganos del sentido y movimiento propio. A éstos añadió
en el hombre el don de la razón y un espíritu inmortal por el cual está unido a
un orden de seres elevados que habitan en las regiones superiores.
El agita el
cetro de la omnipotencia sobre el mundo que creó. Alabe y glorifique al que
vive para siempre; porque su señorío es sempiterno, y su reino por todas las
edades. Y todos los moradores de la tierra por nada son contados; y en el
ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, hace según su voluntad:
ni hay quien estorbe su mano y le diga: ¿qué haces? (Dan. 4:3435).
La criatura,
considerada como tal, no tiene derecho alguno. No puede exigir nada a su
Creador, y como quiera que sea tratado, no tiene razón en quejarse. No
obstante, al pensar en el señorío absoluto de Dios sobre todas las cosas, no
deberíamos de olvidar nunca sus perfecciones morales. Dios es justo y bueno, y
siempre hace lo que es recto. Sin embargo, ejerce su soberanía según su
voluntad imperial y equitativa.
Asigna a cada
criatura su lugar según parece bien a sus ojos. Ordena las diversas
circunstancias de cada una según sus propios consejos. Moldea cada vaso según
su determinación inmutable. Tiene misericordia del que quiere, y al que quiere
endurece. Dondequiera que estemos, su ojo está sobre nosotros. Quienquiera que seamos,
nuestra vida y posesiones están a su disposición.
Para el
cristiano es un Padre tierno; para el rebelde pecador será fuego que consume.
“Por tanto, al Rey de siglos, inmortal, invisible, al solo sabio Dios sea honor
y gloria por los siglos de los siglos. Amen” (1Tim. 1:17).